«Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. No me arrepiento». Estas infames palabras fueron pronunciadas hace cuatro años por Josu Zabarte, «El Carnicero de Mondragón». Después de 20 atentados y 17 asesinatos a su espalda, y sólo 30 años de prisión, el asesino hizo acto de presencia en Alsasua, en el acto de España Ciudadana. La patología psicópata de alguien incapaz de recordar el nombre de sus asesinados, y la exaltación de la lucha armada, solo pertenece a los elegidos. A los elegidos para ser de un bando, o de otro.

Porque, efectivamente, usted y yo, tenemos que elegir bando. Y esa elección de bandería es propia de la democracia, o de los que quieren acabar con ella. De la misma manera que no puede estar uno con el nazismo, o con el comunismo, y a la vez ser demócrata, uno no puede justificar a ETA, o sus asesinatos, sin estar en el otro bando.

Cuando los partidos políticos, bien por estrategia errónea de votos, bien por cobardía intelectual y moral, son incapaces de abominar del crimen perpetrado por una banda terrorista, necesitamos elegir bando. Necesitamos aislar a los del bando que no condenan radicalmente los asesinatos. Aún resuenan aquellos comentarios que hacían algunos cuando se asesinaba a un guardia civil. «Que no le podemos hacer una misa aquí, mejor donde lo vayáis a enterrar». No se puede ser más miserable ante esa actitud.

No me cabe en la cabeza la propia reflexión de algunos del PSOE actual diciéndonos, a los del bando de las víctimas, que no «hay que crispar». Que ir a Alsasua es crispar a la sociedad. Son los mismos comentarios que se hacían para enterrar a las propias víctimas como si hubiesen sido culpables de algo.

La sola presencia del Carnicero de Mondragón habría valido para que el PSOE hubiese repudiado a aquellos que no dejan que en una plaza pública se pueda celebrar un acto político. La verdadera crispación se produce al tener que ver a ese personaje criminal pavoneándose por las calles con 20 asesinados a sus espaldas. La historia no se puede prostituir silenciando a las víctimas y dejando los espacios públicos a los que pusieron bombas y pegaron tiros en la nuca.

Mala faena tiene este nuevo PSOE si quiere blanquear a toda esta farfulla de malnacidos. Claro que hay bando de buenos y malos. Y ellos, inexorablemente, son los malos. Hay demasiada gente buena en el PSOE que no opina como la actual dirección en este tema. Hay tanta gente buena en el PSOE que repudia el hecho de que no se pueda uno manifestar en una plaza pública de España, por la libertad, que les pasará factura como sigan empeñados en reescribir la historia sin vencedores ni vencidos.

Que hasta el propio Rufián haya dicho en sus redes sociales que «envía un abrazo a las familias de Alsasua tras sufrir a los fascistas», nos reafirma en que hay que estar con los perseguidos, no con los asesinos. Si usted no elige bando, hará como todos aquellos que se pusieron de perfil cuando gaseaban a los judíos. La barbarie no puede ser tolerada bajo ningún pretexto democrático. Claro, que estos, los que defienden los insultos, tiran piedras, ponen bombas, matan a personas, no pueden dar lecciones de ciudadanía.

El PSOE tiene que elegir bando y lo tiene fácil. No puede criminalizar que ciudadanos vayan a una plaza de un pueblo de España a reivindicar el papel de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y llame a ese acto «provocación».

Espero no equivocarme. Pero ese error tan mayúsculo hará exiliarse, del voto socialdemócrata, a muchos socialistas buenos. Porque aquel que es capaz de no ponerse del lado de los que defienden la libertad, la ciudadanía y el derecho a vivir en paz sin ser aniquilado, está del otro lado. Y pasar de un lado a otro es cuestión de principios. Los que consagra la Constitución como derechos individuales. Esos que costaron tanto recuperar y que ni siquiera ETA pudo con ellos. Aunque derramó la sangre y el dolor de tantas familias, y de un pueblo. No vale estar en dos bandos. No se puede.