Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ingenuidades

Hubiera sido una ingenuidad imperdonable pensar que el Supremo iba a hacer pagar a los bancos el dichoso impuesto de las hipotecas

No está mal ser un poco ingenuo. La vida tiene otro color, se viste de otra manera, discurre de otra forma cuando uno la mira con ese toque entre niño y santo, o de niño santo. No, no está tan mal del todo cargar por ahí con un poco de ingenuidad, que todavía quede algo que te sorprenda, que no estés ya de vuelta de todo, que siempre se regresa de la vida cansado y un poco triste. Pero la ingenuidad, como otros narcóticos, debe administrarse con precaución. En dosis mínimas ayuda a vivir, pero un par de gotas de más pueden ser letales.

Hubiera sido una ingenuidad imperdonable, de las que matan, pensar, por ejemplo, que el Tribunal Supremo iba a hacer pagar a los bancos el dichoso impuesto de las hipotecas. Y, ya en el colmo, en el límite de lo ingenuo (cuando se pisa la línea de lo bobalicón) creer en una sentencia que obligaría a la banca a pagarlo con carácter retroactivo.

Hay cosas que no suceden nunca, por más que las deseemos. Encontrarse el unicornio azul que extravió Silvio Rodríguez, por ejemplo; escribir unos versos que igualen a casi todos los de Lope, pongamos por caso, y ver a la banca perder, afirmemos ya definitivamente.

"La única sabiduría posible es conformarse a tiempo", decía mi siempre recordado Juan Carlos Onetti, con ese dejo de amargura con el que lo miraba todo. Cambiar el mundo, este mundo tan viejo que siempre se ha movido por las mismas injustas reglas, es labor de titanes, y aunque uno nunca ha renunciado a la utopía de transformarlo en un lugar más vivible, un lugar donde la igualdad, la libertad y la fraternidad (aquellos humanistas principios de la revolución francesa que no han sido derogados, que no han prescrito) sean reales y efectivas, no debemos perder la perspectiva de que estamos en el punto en el que estamos y los que mandan ponen (y quitan) a quienes nos hacen creer que mandan, pero no es verdad, no sé si me explico.

De modo que, aunque nos dejemos llevar por ese poco de ingenuidad que hace que la vida sea soportable, tampoco es como para hacer una fiesta por esta ley que anuncia el Gobierno para hacer pagar a la banca el impuesto de marras. Todos sabemos que nos lo harán pagar por otro lado, de otra forma, con otro de sus trucos de interés compuesto, porque, si para mí la utopía se resume en esas tres palabras, "libertad, igualdad y fraternidad", para ellos, para los que mandan de verdad, la suya se condensa en estas tres: "cuenta de resultados".

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats