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Fraternidad y esperanza

Los días de la nieve, en el Teatro Arniche de Alicante

Los días de la nieve

Teatro Arniches de Alicante

Texto: Alberto Conejero. Actriz: Rosario Pardo. Dirección: Chema del Barco.

La soledad del taller de costura da puntadas, teje recuerdos. Amor, dolor y poemas de Miguel Hernández. Es Josefina Manresa, la viuda del poeta al que conoció cuando ella tenía 17 años, en agosto de 1933. A partir de ahí, Miguel la espera cada día y le dedica versos. Ella se dirige a una interlocutora imaginaria en Los días de la nieve, con aquel tiempo de frialdad, de corazones helados y ausencias por lo que rememora el personaje, que igualmente recuerda los momentos felices. A su padre, guardia civil, le trasladaron a Orihuela, y más adelante fue asesinado por las milicias republicanas. A Hernández no le mataron los vencedores de la contienda, pero le asesinaron prácticamente y falleció en el Reformatorio de Adultos de Alicante. Josefina está interpretada por la gran actriz Rosario Pardo, quien se adueña muy bien de la ajustada dramaturgia de Alberto Conejero y de las indicaciones de Chema del Barco. Cuatro jienenses en esta Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos, en el Teatre Arniches. Laten la memoria histórica, la fortaleza femenina (o de cualquier ser humano en circunstancias adversas) y el protagonismo de la palabra limpia y bien escrita por Conejero, inspirándose en las memorias de Manresa, donde la novia, esposa, viuda y superviviente dice y calla, y en la correspondencia con su esposo. Ella ejerció el papel de musa y de guardiana del legado poético de Hernández en los difíciles años de la clandestinidad, como así expone Rosario Pardo en este emotivo homenaje. La protagonista domina el texto, desligado del discurso político, y parece suyo. Fluye con naturalidad, belleza y sencillez. Los viajes de Miguel Hernández a Madrid, su buen amigo Ramón Sijé, el poema Hijo de la luz y de la sombra, dedicado a su primer hijo, que murió a los diez meces de nacer, y Nanas de la cebolla, que dedicó al segundo. La canción del esposo soldado o el Vals de los enamorados y unidos hasta siempre. De forma alegórica, deja el rígido luto y se pone el traje azul marino que le habían encargado. Símbolo de esperanza y fraternidad.

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