Les cuento una experiencia personal. Tiempo ha, mi mujer y yo decidimos que había que ser pelín más solidario con los desprotegidos, y acogimos en nuestra casa a una mujer víctima de violencia de género con su hijo recién nacido. Aunque poco religioso soy, no puedo omitir que antes de eso, una congregación católica de monjas, las Oblatas, acogieron a esos dos desvalidos e hicieron con ellos lo que su ley les ordenaba, cobijarles y buscarles un futuro menos negro.

Años después, cuando las heridas de madre e hijo ya rezumaban menos dolor, estábamos en El Campello cuando oigo un grito en el jardín; salgo alertado y, la madre de la criatura, dice nerviosa que está sobrevolando un pájaro negro que trae mala suerte y que hay que ahuyentarle. No era un cuervo, ni una gaviota carroñera después de refocilarse en la basura, era simplemente un mirlo, negro, claro está.

Cuando capaz fui de convencerla de que esas cosas solo le pasaban a presidentes de clubes de fútbol, como Mendoza del Madrid, que un día me confesó que su gabardina era su fetiche de la victoria, o el bético Ruiz de Lopera que sacaba sus estampas de Jesús del Gran Poder y le daba con pasión unos cuantos ósculos cuando el árbitro pitaba el inicio del partido de turno, amainó su instinto y miró a los mirlos como lo que son, pájaros negros que hacen su nidos, se aparean, ponen huevos, los incuban, y salen clones, tan negros como sus antecesores.

Sucede en África que los niños albinos están condenados a una muerte segura porque son eliminados de forma prematura en la selección natural, ya que su anormalidad hace que sean vulnerables y fáciles de detectar por los depredadores, su falta de color los delata ante quienes son sus presas y enemigos naturales. La ignorancia, las supersticiones y prejuicios sociales, han convertido a los albinos de África en víctimas de asesinatos, rituales de magia y comercio de cuerpos. Copito de Nieve tuvo más suerte, el famoso gorila albino que vivió en el zoológico de Barcelona hasta su muerte en 2003, es uno de los ejemplos más famosos de animales sin melanina cuya supervivencia solo fue factible en cautividad.

Y ahora los medios han difundido que ha aparecido en Alicante un mirlo blanco por los aledaños de la sede de Pintor Gisbert del PSOE, apoyado por un secretario local que desconoce lo que es la independencia y pulcritud en unas primarias, y que convierte su apoyo al albino en algo tan zafio como un Tribunal Supremo que permite una desviación de la Ley hacia ignotos intereses.

Todo hay que decirlo, la culpa no es del secretario general, la suya es solo la de asentir y agachar la cabeza, que no es poco, lo que le descalifica en su puesto de forma vitalicia; urge una dimisión, no en diferido, sino inmediata. Espero que le nombren maletero de su mentor en su camino hacia el consulado honorario en Alaska, se lo merece por tantos años de trabajar para sí mismo y no para la sociedad a la que se debe.

No existen mirlos blancos, y si existieren, están condenados a desaparecer de forma cruenta, y cuanto antes mejor, o el PSOE local se pondrá entonces a buscar un cuervo, que mucho vive, pero sólo se dedica a picotear sin sentido buscando ojos bizcos para ver si los defectos se convierten en virtud.

Treinta y dos años militando en este partido y algunos de mis compañeros no han aprendido todavía que en este partido solo hay una familia, el PSOE y su historia de cobijo a los desprotegidos, sin intereses personales y bastardos. Basta ya de navajeros y otras maras.