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Negociación a la sombra

La realidad política llega hasta donde la imaginación no alcanza

El penúltimo destilado monclovita "Pablo Iglesias va donde el Gobierno no puede llegar" es uno de esos monstruos que amenazan a la razón nacidos de este gobierno veleta que agitan los vientos indeseables. O sea, Iglesias, el antisistema tolerado por la Moncloa, puede negociar en una prisión los presupuestos del Estado con el mosén de los independentistas acusado de encabezar la rebelión contra España. Un ministro, naturalmente, no debe bajar a las mazmorras. El mensaje político está claro, no tanto su calidad democrática.

Lo que Iglesias rezuma es que votando a favor de los presupuestos el futuro judicial de los imputados estaría allanado. Algo que no puede prometer ni siquiera en nombre del Gobierno en una democracia que, como cualquier otra, se sustenta en el imperio de la ley y en la división de poderes. ¿Le está prometiendo la gracia del indulto aun sin haber sido juzgado? ¿Qué tipo de facultades está arrogándose Iglesias como mediador? El espectáculo, además de inusual en un Estado de derecho, produce el mayor de los bochornos. Ni la imaginación más excitada daría para explicarse lo que está ocurriendo.

En el caso de que la negociación del voto con ERC prosperase ahora o más tarde, ¿cuál sería el resultado? ¿Un presupuesto para España pactado con los que quieren separarse de ella? ¿Qué futuro le aguarda a este país con una mayoría inestable en manos de sus enemigos? Todo esto es de una incongruencia feroz. Hemos llegado hasta aquí después de una moción de censura contra un gobierno heredero de la corrupción que evidenció una sentencia. Si había que desalojarlo ¿era para dar paso a esta situación demencial, dubitativa e inquietante en que nos encontramos?

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