Una calle de Alicante en el barrio de Carolinas dónde vivió, un lugar para el recuerdo. Un reconocimiento de la ciudad donde nació y murió. Miguel Gutiérrez Carbonell era alicantino, lo que llevaba con mucho orgullo.

Alacantí muy del sabor, del olor de la Terreta, sus arroces, sus salazones, sus vinos? de su gente, del sol, del mar, del castillo, de sus barrios (del Pla, del Raval Roig) de todo lo alicantino.

Una calle dónde recordar a aquel hombre, respetado y amado por muchos. Su tesón, sabiduría, templanza, valor, bondad, humor. Lo cierto es que me siento muy afortunada por haber disfrutado en primera persona y de haber compartido mi vida con él. Cuando la gente me para y habla de él, ver cómo sus ojos brillan y contagian esa complicidad. A mi padre le gustaba hablar, escuchar a todo el mundo, por eso me complace tanto que la gente me cuente batallas de él.

Podría escribir de lo que ya muchos conocen, su gran amor al Derecho, a la Justicia, sus ideales, sus distinciones. Pero realmente lo que a mí me apetece reflejar en este pequeño homenaje, con este escrito, es dejar huella de lo más íntimo que viví: su mirada transparente, honesta y bondadosa bajo esas gruesas gafas, detrás de esa nube de humo de su pipa, su voz relajada, tranquila, firme, esos paseos por la terraza, preparando sus discursos e informes. Saber transmitirme sus principios que fueron calando en mí: bondad, Justicia, asertividad, persistencia, lucha, trabajo.

Por todo esto quiero agradecer en mi nombre y el de todos los míos a todas aquellas personas e instituciones, que han hecho posible se haga este reconocimiento a mi padre.

Muchas gracias.