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Javier Mondéjar.

Empresarios de mesa camilla

Culpa mía y del oficio que escogí que desde luego no me hace ganar amigos y en ocasiones consigue hacerme perder los pocos que tengo

engo una deformación profesional que me hace mirar con suspicacia la mayoría de los asuntos que los simples mortales contemplan con mirada limpia. Son cosas que pasan, pero por ejemplo dudo por principio del interés sano de los homínidos a la hora de postularse para un cargo. E inmediatamente me planteo si cuando accedan a él no sucumbirán a la tentación de utilizarlo para sus fines personales, tanto económicos como de proyección, de promoción o de trampolín.

A casi todos los periodistas nos pasa lo mismo; hemos conocido tantos casos semejantes que sospechamos de los móviles altruistas, como los detectives se preguntan inmediatamente a quién beneficia un crimen. Culpa mía y del oficio que escogí que desde luego no me hace ganar amigos y en ocasiones consigue hacerme perder los pocos que tengo.

Pero ya que dudo del devenir del cargo, al menos confío inicialmente en las buenas intenciones. No sería explicable si no que alguien se lanzase a la palestra de presidir unas organizaciones empresariales que están muy lejos del glamur que tuvieron otrora algunos sillones. Francamente no me cuadra que gentes a las que estimo y considero ya baqueteadas y con algunos tiros pegados se lanzaran a la piscina, con la poca agua que lleva, sólo por el hecho de que les sienten bien en diferentes foros o que por protocolo ocupen tribunas de privilegio.

Opiniones hay para todo, sin embargo. Esta semana más de cuatro y más de cinco me han puesto a caer de un burro a los nuevos dirigentes empresariales de la provincia, curiosamente no a los dos simultáneamente, sino que unos hablan mal de los otros y los otros de los unos. Eso sí, entre sonrisas y musitando a la oreja. Muy alicantino.

Así vamos. Hablo de UEPAL y de la CEV, obviamente. Enemigos irreconciliables hoy y quién sabe si aliados de futuro, que la vida da muchas vueltas y sorpresas, como a Pedro Navajas. Una trova cubana dice que «La vida es como un pasaje, de una canción que marea. Y aquel que no se la sabe la tararea». Pues ahí, tarareando tarareando? andan, pero mucho me temo que no va a ser sencillo cerrar el boquete, y mira que es necesario hacer un frente común empresarial justamente para que no se complete la rima de dos líneas atrás.

Respeto como el que más hacerse hueco y ocupar espacios y no voy a ser tan ingenuo de escribir que sólo hay juego sucio en la política, porque las organizaciones no dejan de hacer política (o la guerra) por otros medios, pero hay actitudes y niñerías que me gustan muy poco. Vamos, que no ayudan nada. Eso sí: alimentan egos y camarillas. ¡Líbreme dios de los que están a mi lado, que de los enemigos me encargo yo!

Por si no lo saben se lo digo yo: la mayoría de los empresarios no están en estos dimes y diretes sino al frente de sus fábricas y les importa una higa quién dice que les representa, sólo se preocupan de que sus cifras de negocio suban y no bajen y si es gracias a lo que las organizaciones hacen en su favor, mejor. Eso en el mejor de los casos, en el peor ni saben ni contestan.

Y les gustarán más o menos los dirigentes, que en eso no suelen meterse ni siquiera depositando un voto, porque en esos conflictos de sacristía a base de pellizcos de monja hay cuatro y el tambor, casi siempre los mismos. Y los otros ocho que nos enteramos porque vivimos en ese mundo desde los tiempos en que se fundó la CEF (Confederación de Empresas Fenicias).

Pero el tamaño importa y cuatro hacen más ruido que dos, si esos dos no tienen caja de resonancia. Hombre, lo bueno es que si careces de estructura tampoco tienes servidumbres y eres libre de decir lo que consideres en cada caso. Si no eres nada tienes libertad para montarla parda; díganmelo a mí que me despacho a gusto a sabiendas de que puedo darme ese placer, si bien sé que la utilidad es relativa por no decir inexistente. Los desahogos conducen a la melancolía y serán muy románticos y lo que quieran, pero alimentan poco.

Estar para ser dependiente, atado de pies y manos, tampoco es como para tirar cohetes y que te quiten la silla en tu casa para dársela al vecino que más manda -y que no eres tú- debe provocar la risa floja. Verdad es que mejor es ser cola de león que cabeza de ratón, ¿o era al revés?, me lío yo con esto. Seas cola o cabeza resulta que hay quien considera que el cargo luce. «Pos bueno, pos fale, pos malegro», parafraseando a Makinavaja.

Pero hablando más en serio convendría que los representantes empresariales no se sentaran en un velador -en este caso en dos mesas camillas diferentes- a hacer espiritismos y que salieran a la calle a ver lo que opina su pueblo. Me da a mí que el respetable les diría que el tiempo de lucir cargos quedó atrás y es momento de arrejuntarse porque hace un frío que pela. No conozco yo a muchos, fuera de las compañías peligrosas que cada cual tiene, al que le interese tomar partido. Prefieren cosas más terrenales como agua, puertos, trenes y carreteras. Creo yo, pero no me hagan caso.

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