Mientras unos pocos estudiosos se afanan por encontrarle un camino a la ciudad de Alicante, otros parecen haber decidido que éste puede ser el sitio ideal para instalar su lupanar. Eso sí, lupanar internacional, que tiene más nivel, o eso se creerán tal vez los proxenetas. Para lo que hemos quedado, pues parece que las mafias de trata de blancas están haciendo su agosto por estas tierras. Claro que no se habrían fijado en venir si en Alicante no hubiera clientes puteros que sostuvieran el negocio. Perdonen, pero por mucho que me lo expliquen jamás lo entenderé, porque la prostitución me parece una explotación de la mujer vergonzosa y despreciable. Y no es precisamente el tipo de negocio de nivel que tanto necesita nuestra ciudad para progresar.

Alicante se encuentra en una encrucijada de difícil solución, como no sea haciendo un cambio de mentalidad colectiva radical. Mirarse el ombligo y deleitarse con el bendito lema de «la millor terreta del món», que en buena hora se inventó, ha venido siendo el deporte local por excelencia. Una coartada para el inmovilismo. Si es la mejor tierra del mundo, eso ha de significar que no hay nada que se pueda mejorar de Alicante, según el razonamiento perverso de algunos, ciegos por su falta de mundo.

Pues anda que no hay cosas pendientes que hacer por aquí. Y es que nos hemos ido acostumbrando a no pedir nada, pero ni un poquito, de todo aquello con lo que soñábamos y ha resultado al final una sarta de ilusiones perdidas, que quedaron en el limbo. El Palacio de Congresos, una inversión imprescindible para que Alicante salga de su atonía; la Ciudad de la Luz, que vaya chasco monumental por la gestión nefasta; Puerto Amor, que hoy por hoy merece otro nombre menos glamuroso; el parking de Padre Esplá, olvidado del todo; Panoramis, un desastre, como dicen algunos con el acento típico del lugar? ¿Quieren que siga? Mejor no, que nos deprimimos y tampoco es plan. Porque en realidad lo que yo quería era lanzar un mensaje positivo. Creo que el cambio es posible, pero para ello nos vamos a tener que implicar todos, remangándonos y poniéndonos a trabajar en la medida de nuestras posibilidades. No podemos desentendernos y dejar al gobierno de turno semejante responsabilidad, dándole carta blanca. Eso ya no es posible y el movimiento asociativo ciudadano tiene que movilizarse por esta causa común, en la que todos nos jugamos ni más ni menos que nuestro futuro. La participación ciudadana es imprescindible en estos momentos.