Fueron nuestros vecinos de Portugal quienes iniciaron, reivindicaron y desarrollaron una política de izquierdas, socialdemócrata, frente a la crisis y el austericidio. El socialista Antonio Costa, apoyado por el Bloco de Esquerda, comunistas y verdes, está logrando el aplauso de Europa y de las agencias crediticias. Sin contradecir las directrices de la economía común europea, pero obviando las políticas de austeridad, marcaron una senda para reducir la desigualdad económica y política para que los portugueses recuperarán la confianza en las instituciones democráticas. El gobierno de izquierdas portugués ha venido a demostrar que hay opciones políticas alternativas que no hay una única opción económica y que la desigualdad y precariedad que ha crecido en los momentos de recesión no es un destino inevitable. La izquierda española -PSOE, Podemos, IU- ha debido aprender, y las políticas y el presupuesto siguen el ejemplo del país vecino.

Mejor que la copia es siempre el original. Eso han debido de pensar los electores de Baviera, en Alemania el pasado domingo, antes que votar a lo social cristianos reconvertidos ahora en salvaguarda de fronteras. Uno de cada cinco ha dado su voto a la ultraderecha de la AfD (Alternativa por Alemania), antieuropeístas y partidarios de recuperar las fronteras nacionales. La agresiva disputa migratoria que provocó el socialcristiano Horst Seehofer, ministro del Interior y presidente de la CSU, contra la canciller Angela Merkel forma parte de las razones por las que ha perdido tantos votos. Seehofer ha intentado con su «Baviera first», quitar el programa a la ultraderecha alemana. El resultado es que han perdido uno de cada cinco votos, y la mayoría absoluta, aunque antes obligaron a su socia Merkel a plegarse en parte a la política antiinmigración de la ultraderecha, y que protagoniza la AfD. Estos han recogido tantos votos como han perdido los socialcristianos; mientras que los perdidos por los socialdemócratas, un 10%, con su ambigüedad, han ido a parar en su totalidad a Los Verdes. Estos se han convertido en el segundo partido de Baviera; siendo un partido de ámbito estatal, frente al CSU socio regional de Merkel. «Coraje en lugar de miedo» ha sido el eslogan de Los Verdes. Demuestran que se puede ganar con un discurso proeuropeo, defensor de una sociedad abierta, social, y respetuoso también con los derechos de refugiados e inmigrantes. Los Verdes han ofrecido una alternativa progresista lejos de las soluciones simplistas del populismo.

Sobre eso debería reflexionar la derecha española, tanto el Partido Popular como Ciudadanos, empeñados en ser más de derechas que Vox. La gente siempre prefiere el original a la copia. Las declaraciones demagógicas y altisonantes puede que valgan en los concursos de lanzadores de huesos de aceituna, pero no le van a quitar un voto al partido más a la derecha del espectro político. Se quejaba Aznar de que el dejó un partido de derechas y ahora hay tres; quizá olvidaba las declaraciones y el apoyo que dio a Cs. O sea, que su trabajo le costó. Y, no sé si ahora, marcando esa estrategia radical al PP y Cs, está apoyando a Vox.

La desigualdad es el fruto de la crisis y es el caldo de cultivo para las opciones de extrema derecha. La gente vive un paro de larga duración o un empleo precario y cambiante y tiene la sensación de que no controlan sus vidas. La crisis ha dejado a millones de ciudadanos sin la profesión que les daba identidad, pierden reconocimiento social, estima y autoestima. Incluso los que no han perdido sus ingresos, han perdido además la conexión con la comunidad o han visto degradarse su profesión por la irrupción de nuevas tecnologías. La cohesión social es parte del crecimiento sostenible. La reducción de la desigualdad es cuestión de reparto de rentas, pero también de que gobiernos, instituciones, y los partidos, estos en primer lugar, recuperen la confianza de los ciudadanos más castigados por las consecuencias de la crisis. Que los que más han sufrido las consecuencias de la crisis sientan que pueden reorientar y participar en sus vidas. Los profetas de la demagogia, los que tienen soluciones fáciles a situaciones complejas, pescan votos entre los desilusionados de la derecha y de la izquierda. Si la democracia está en peligro es porque hay demasiado poca. La democracia se salva con más democracia. El populismo -y el fascismo- se derrotan aumentando la participación de la gente en las instituciones y que vean que, de verdad, recuperan el control.