El arte de la mentira no se queda únicamente en lo que se dice o hace para escapar de un castigo, o cuando se miente como testigo en un juicio sumarísimo para dañar al acusado o por mero divertimento entre amigos para destacar como «homo validus». En ocasiones se utiliza también para despistar, intentando simular acciones que nos encubran ante el ridículo o simplemente presumir, como es el caso del «homo mobilis».

Existen verdaderos artífices de la simulación que según el lugar y la importancia consiguen encandilar con diferentes postureos. El más extendido en estos días de tecnologías avanzadas es el móvil, ese elemento físico que se ha convertido en una extensión de uno mismo y que parece que sirve para todo menos para hablar. En las situaciones incómodas, uno echa mano del aparato y se trasforma en un ilusionista de la realidad. Finge que está hablando cuando en realidad no hay nadie al otro lado de la línea, con el objetivo de parecer más importante o disimular algo.

En ocasiones se prepara una confabulación con dos o tres amigos de confianza, para que hagan llamadas a horas determinadas y de esa forma alardear de persona ocupada, responsable y poderosa. También es utilizado en esos ratos que estás esperando a alguien, en una reunión o en cualquier lugar donde puedes ser reconocido y finges como que estás consultando los innumerables correos electrónicos que te llegan, cuando en realidad estás jugueteando con alguna aplicación al uso, ahora bien, el que te observa está convencido de que estás resolviendo asuntos urgentes.

Es un aliado infalible cuando quieres escapar. Simplemente lo miras de soslayo y pides disculpas porque la supuesta llamada que has recibido no puede esperar. Esta situación te coloca en una posición de superioridad y fuerza que no tiene contestación alguna. Al volver, si vuelves, pones cara de preocupación o satisfacción y aparentas que lo sucedido fuera ha sido de primordial transcendencia para tu vida.

Por supuesto no me olvido de que existen otras representaciones teatrales en el simulador profesional, como fingir una enfermedad momentánea o crónica para escapar de algo o de alguien, aparentar alegría cuando estás en plena crisis para conseguir algún objetivo o mostrar enfado e insatisfacción para engañar al contrario.

Pero, sin duda alguna, un móvil de última generación es el instrumento imprescindible para que muchas de las circunstancias de nuestra vida cotidiana se conviertan en una plataforma de éxito. Simular y hacerlo bien, se ha convertido en un arte necesario para engrandecer los momentos estelares de la vida en sociedad. Son mentiras que inducen a mejorar la imagen y eso es suficiente pretexto para que se abuse de esta práctica.