Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Populismo o popularismo

El reciente libro de Bob Woodward, en torno a la presidencia más descacharrante de la historia de Estados Unidos, transcribe la escena en que el estratega Steve Bannon educa a Donald Trump sobre las características del movimiento que debían encabezar conjuntamente:

—Populismo es gobernar para el hombre de la calle.

—Eso es lo que yo soy, un popularista.

—No, no, se dice populista.

—Sí, un popularista.

El protagonista menos inteligente de esta jugosa anécdota preside hoy el planeta. Sin embargo, de Trump se aprovechan hasta los regüeldos, por lo que pueden extraerse provechosas enseñanzas de las limitaciones léxicas de quien se ha definido a sí mismo como "el Hemingway de los tuits". En primer lugar, ni los populistas saben enmarcar el movimiento que encabezan. Lo han convertido en un arma letal sin poseer la mínima noción sobre sus fundamentos o aplicaciones. Ni siquiera imaginan que exista una diferencia entre populismo y popularismo, por citar dos conceptos con vida propia y diferenciada, tanto en inglés como en castellano.

Populismo es cerca y democracia es lejos, esta sencilla ecuación abarca a Trump, Salvini o Tsipras. En cuanto al autorretrato del presidente americano "popularista", demuestra que alguien acertó con la denominación de Alianza o Partido Popular. La divulgación consiste en elevarnos hasta el tuteo con los especialistas de una disciplina, la popularización prefiere rebajar al eminente a la categoría pedestre. El populismo y el popularismo no se conquistan de repente, han fructificado gracias a la labor callada del único precedente de Trump que puede igualarle en desfachatez, el popularísimo Silvio Berlusconi. Trabajó con intensidad para lograr la degradación del ser humano al rango de telespectador, el italiano le dejó el trabajo muy apañado a su sucesor.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats