Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Noticias pesimistas sobre el cuarto poder

La prensa de prestigio se deprime por la pérdida de influencia, pero no hay tantas razones por las que alarmarse

Al funeral por los periódicos que se viene oficiando desde hace una década ha seguido un lamento sobre su pérdida de influencia en la sociedad. Algunos destacados analistas de los medios de comunicación han confirmado últimamente ese diagnóstico a raíz de las revelaciones publicadas en el "New York Times" sobre el supuesto delito fiscal cometido por Donald Trump. La periodista Susanne Craig, autora de la investigación sobre la fortuna del presidente de Estados Unidos y sus orígenes fraudulentos, hubiera tenido en el pasado la enorme repercusión de los reporteros que desvelaron algunos de los escándalos políticos más sonados de la historia. Que Trump ocultase al fisco cientos de millones de dólares pertenece a ese tipo de terremotos, y que el "Times" se hubiese encargado de contarlo con pelos y señales, proporcionando a los lectores los datos de una exhaustiva indagación de meses, de manera tan pulcra como rigurosa, habría removido en otro momento de la historia reciente los cimientos del poder. Sin embargo, todo se quedó en la apertura de una investigación por parte de Hacienda, y la noticia no tuvo el seguimiento deseado. De hecho, el propio periódico neoyorquino, alarmado por la falta de interés, decidió publicar el reportaje por segunda vez buscando la atención de los lectores, algo que no había sucedido jamás en la historia de "la dama gris".

Hay varias secuencias que ayudan a entender lo que está pasando. Primero, la información circula por otras vías y no de la manera jerarquizada y periodística en que la distribuyen las grandes cabeceras sino como un entretenimiento más al que se le presta, en el mejor de los casos, un rato. El crecimiento de las plataformas sociales que utilizan las marcas de noticias para distribuir contenidos ha permitido a los proveedores acceder a una gran audiencia sin necesidad de incurrir en costosos gastos de impresión y producción. Por ahí empieza a desgastarse el poder de la prensa y con él parte de su influencia de antaño. Pero no sólo los periódicos responsables han fallado en su cometido, también lo han hecho los lectores contagiados por los tiempos que corren. La labor del periodismo de abrirle los ojos a la gente contándole lo que ocurre no es que haya declinado, simplemente es una tendencia infravalorada en estos momentos por el público masivo que conforma la nueva opinión pública y que consume información y cotilleos en los teléfonos, sin importarle de donde proceden, con inusitada urgencia y para salir del paso.

También podríamos decir que Trump ha sido desde su llegada a la Casa Blanca el objetivo de un bombardeo diario e inclemente por parte de los periódicos de prestigio y que ello ha llevado a una saturación sobre el personaje, pero por si solo no bastaría para entender lo que está ocurriendo. No hay un eco adecuado de la buena información en general porque existen demasiados canales y abunda la dispersión de la atención lectora. La indiferencia sobre noticias como la publicada sobre la fortuna de Trump y el fraude fiscal surge precisamente de la abundancia de información, que se ha diversificado y banalizado debido a la demanda de las nuevas audiencias. Pero creo que tampoco es del todo exacto que las grandes cabeceras hayan dejado de influir, de ser así no existiría por parte del propio Trump ese empecinamiento en combatir y acusar de todos los males del mundo a los periódicos que se han mostrado más críticos con él, entre ellos el propio "Times" de Nueva York, y que se han convertido en una de sus grandes obsesiones.

La desatención a la prensa no es una realidad exclusiva de este tiempo poblado de seres dispuestos a llevar la contraria. Por ejemplo, en 1972, el 51 por ciento de los periódicos de Estados Unidos, que representaban algo así como el 80 por ciento de la circulación diaria, respaldó al demócrata George McGovern como candidato a la presidencia frente al republicano Richard Nixon. Todos sabemos cómo acabó. Y también cómo después la cobertura del "Washington Post" de un robo en las oficinas del Comité Nacional Demócrata en el edificio Watergate le llevó a renunciar. Sin la tenacidad de los periodistas y un periódico, podría haber quedado en un simple incidente, material combustible del olvido. Y no ha sido la única vez en que la democracia ha tenido en los periódicos a su perro guardián. Por eso hay que seguir informando y perseverando.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats