Lo que nos depare el futuro es consecuencia de lo que hicimos y/o lo que hacemos en el presente. El devenir, pues, está condicionado por nuestros actos pretéritos. El Hércules está en ello, escribiendo su futuro de esta temporada domingo a domingo, semana a semana, jornada a jornada. Estuvo a punto de rozar la perfección, eso hubiera sido un pretérito perfecto, pero un recién ascendido le hurtó esa condición y le devolvió a la realidad. En su empeño siguió escribiendo en los terrenos de juego su futuro y logró configurar una excelente redacción en Cornellá, rival directo que siempre acaba en lo alto de la clasificación cuando el curso toca a su fin. Pero el presente ha vuelto a poner al club en un aprieto que puede condicionar su futuro. Otro recién ascendido, el filial del Levante, se llevó el botín de un estadio que debiera convertirse en fortín si se quiere escribir un futuro acorde a la historia herculana.

Analizando partido a partido del equipo blanquiazul, tendremos que convenir que quizás hayamos echado las campanas al vuelo, cuando podemos estar tocando a rebato de seguir concediendo en el Rico Pérez. Los encuentros de casa o se han perdido, Teruel y Levante B, o se han ganado in extremis o sufriendo hasta el pitido final, Ontinyent y Espanyol B. A domicilio, aun ganando todos los jugados hasta la fecha, en Villarreal se hizo con regalo del portero, en Zaragoza a un Ebro colista, y en Cornellá con oficio. Luego las campanas quietas, sin repicar, que lo escrito por el momento no da ni mucho menos para galardón literario. El Hércules sigue líder con ventaja de dos puntos, pero su futuro lo está escribiendo con renglones torcidos. Algo hay que reparar en la sala de máquinas del vestuario blanquiazul. Vuelven fantasmas del pasado en forma de ansiedad por el gol que no llega, por el goleador que no perfora la red contraria.

Pero la verdadera campanada la ha dado Quique Hernández al presentar la dimisión. Vuelve la jarana en lo institucional, cuando no es uno es otro y la casa sin barrer. Cómo en este club la presidencia últimamente quema, se trae, se ficha a un hombre bueno, un hombre de la casa para que ponga paz y concordia y se le hace la vida imposible. Los renglones torcidos vienen siendo habituales en la crónica de los despachos de Zarandieta. Ortiz y Ramírez socios del desastre habitual. El primero ya nos lo ha venido demostrando durante años al frente de la casa blanquiazul, el otro quiere emularlo tras su paso más que conflictivo por el equipo franjiverde.

En un año que en lo deportivo las cosas parecen funcionar desde la dirección deportiva hasta el vestuario, vienen los máximos accionistas a escribir otra página negra en la historia del Hércules. Ambos estaban en el palco contra Teruel y Levante B, dejándose ver en partidos que parecían fáciles y cuando se suponía la grada iba a vibrar complaciente, pero en ambas ocasiones la derrota les hurtó su pretendido y ostentoso desfile de vanidades. El palco para el que lo trabaja. Ellos si acaso parece que trabajan para el enemigo. El futuro de Quique lo ha venido escribiendo Ramírez en su cuaderno de notas con tachones sobre el de Anna. Vergüenza ajena sentiría Vicente Pastor Alfosea de los actuales mandatarios, él que escribió las primeras páginas en el libro casi centenario de la historia del club.