La plaza del Ayuntamiento de Alicante acogió ayer dos actos. Uno, el de la Guardia Civil festejando a su Patrona en una ceremonia seria y de un marcado carácter institucional, como corresponde al evento. El otro, el de los representantes de las dos instituciones que intervinieron en la ceremonia, el Consistorio (PP) y la subdelegación del Gobierno (PSOE), que fueron a lo suyo olvidando que en la fiesta de ayer ambos eran, a la postre, meros invitados y que, al menos por deferencia a los anfitriones, como tales debían comportarse. Pese a los intentos de los organizadores para que nada enturbiara el día y no se vislumbraran los vaivenes de unos preparativos que debieron ser de todo menos tranquilos, fue imposible disimular las tiranteces. La intervención de la vicealcaldesa Mari Ángeles Goitia, a quien le tocó suplir la ausencia de un primer edil más interesado en el besamanos de Madrid que en lo que estaba ocurriendo en la principal plaza de su ciudad, solo fue una muestra. Los «vivas» que saltándose todo guión lanzó la edil al término de su discurso, más que como un error protocolario, fueron interpretados por muchos como la respuesta al mismo desliz de la subdelegada en el día del Cuerpo Nacional de Policía. De la pugna por el papel que se pretendía que jugara en el acto cada una de las instituciones nada se dijo. Pero no hizo falta. Incluso desde abajo del escenario se notaba la tensión para desgracia de los verdaderos protagonistas y vergüenza de todos los presentes.
