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Toni Cabot

Al menos, quédense con el molde

Detrás de una modesta mesa en el Instituto Nacional de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de México, Jaime Sabines, uno de los grandes poetas mexicanos del siglo XX, concluía su lección magistral con una antológica reflexión acerca de la batalla contra las malas costumbres y vicios que dificultan prolongar la vida en plenitud. Poco crédulo de dietas, estiramientos de piel, gimnasios y demás recomendaciones para conservar la salud y la figura con la que enfrentarse al juicio inexorable del tiempo y la vejez, el veterano profesor descubría con voz tranquila y pausada el único consejo que había decidido tener en cuenta: Buscar pareja joven y nueva para la cama puesto que, en ciertos lugares y a ciertas alturas, mejorar el estado de ánimo y verse rejuvenecido solo puede llegar por contagio. Por ahí tiraba el que esto escribe cuando, en los últimos tiempos, era reclamado para responder por todos los rincones de Alicante qué estaba sucediendo para que el Hércules hubiera cambiado tanto y para bien en cuestión de semanas. La respuesta salía rápida: Simplemente, ha habido contagio. La entrada de Quique Hernández con voz y brío en las oficinas del Rico Pérez llegó acompañada de una serie de decisiones que provocaron el despertar del sentimiento. Reuniones con las peñas, relación con la asociación de exfutbolistas del club, acercamiento a los colegios, rebaja en el precio de abonos, mejoría en el trato a la cantera... y una cara amable entre la sociedad alicantina sirvió para ir creando un buen caldo de cultivo que se vio reforzado con la confección de una plantilla compacta y de crédito. Nada del otro mundo, cierto, pero algo que no se había hecho o no se hacía como debía hacerse. Hasta entonces, el club permanecía inmóvil, en la oscuridad de una caverna habitada desde tiempo inmemorial por varios personajes -que ahora quedan señalados- haciendo lo de siempre, es decir, nada provechoso, sin conexión con el exterior ni ganas de activar nuevas teclas. La salida de QH provoca un vacío, un enorme hueco que hay que llenar cuanto antes y no con cualquiera.

Visto lo visto, perdida la pieza de dentro, al menos hagan el favor de quedarse con el molde para llenarlo con alguien de similar carisma entre el herculanismo, preparado, vinculado al mundo del fútbol y, sobre todo, con el ímpetu, empatía, energía y ganas que trasladó el último ocupante del sillón presidencial Y, obviamente, despejen antes el panorama que queda dentro. Al igual que Sabines, cada vez se puede estar más seguro de que por ciertas cavernas la felicidad únicamente puede aparecer por contagio.

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