Todavía estoy mentalmente en verano y aún hace calor, pero ya hay equipos de veras apurados y clubes al borde de la combustión. Hay incluso entrenadores que ven los partidos en casa, de vuelta al paro, gritándole a la tele en lugar de al que saca de banda. La otra noche, un futbolista de uno de esos equipos al límite dijo que para cambiar la situación y empezar ganar partidos debían «ser hombres». A mí esa fórmula me extrañó bastante, chirrió en mi cerebro la verdad, porque yo soy un hombre y los problemas los afronto metiéndome en la cama y tapándome con la sábana hasta la cabeza, esperando que los solucionen otros o se resuelvan solos.

?Me gusta cruzarme con alguien que habla por teléfono por la calle, escuchar solo una frase e imaginar el resto de la historia. Hay algo trágicamente mágico en el hecho de beber en un bar estando solo. Ernesto Valverde me cae bastante bien, pero a ver si lo echan y lo contrata el Werder Bremen para poder escribir Ernesto valverderbremen.

No sé qué es jugar como un hombre ni quiero saberlo. Sé que lo que se suele asociar a esa idea me resulta de lo más lejano y ajeno. Empatizo antes con otra imagen, la más potente que me he topado en lo que va de temporada: Santi Cazorla, un millonario campeón de Europa temiendo que quizá no volvería a competir nunca más, con el médico diciéndole que con suerte podría jugar con su hijo en el jardín, solo, lesionado y vulnerable, escuchando que estaba acabado y viendo vídeos suyos en Youtube para recordar cómo jugaba, para recordar lo que sabía hacer y de lo que era capaz, y motivarse.

Me representa a medias Cazorla: quiero pensar que algún día de esos de mierda se levantó y volvió rápido a la cama, se tapó con la sábana hasta la cabeza y se durmió de nuevo creyendo que al despertar el problema se habría arreglado solo.