Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Bartolomé Pérez Gálvez

Oncología de mínimos

La Conselleria de Sanidad ha decidido darle un zarpazo al Servicio de Oncología del Hospital Universitario de San Juan. Casi la mitad de los facultativos han abandonado ese centro sanitario, dando por concluida una fructífera etapa de colaboración entre hospitales que, curiosamente, sigue siendo habitual en el resto de la Comunidad Valenciana. Una irresponsabilidad que se agrava por el modo de actuar y las consecuencias que puedan derivarse de esta decisión. Porque hablamos de vidas, por más que algún patán acabe considerándonos como simples números. Habrá que reflexionar si, en realidad, los pacientes son lo primero. Motivos hay para dudarlo.

Ni como médico, ni como ciudadano, se puede asistir en silencio al desvarío que viene ocurriendo en los hospitales de San Juan y de Villajoyosa. Menos aún cuando se intenta coaccionar a los profesionales. Una pelea sin beneficio alguno que, si a alguien afecta, es a los 4.000 pacientes atendidos por un servicio cuya calidad asistencial ha sido reconocida, nada menos que en cuatro ocasiones, como la mejor del país. Un detalle que debiera producir orgullo y que, sin embargo, parece haber generado más problemas que alegrías. Ya saben que la envidia es pecado capital patrio, por mala consejera que sea. De la noche a la mañana, un plumazo ha finiquitado la ilusión de los profesionales y la esperanza de muchos pacientes. Todo para desvestir un santo y, con sus harapos, tapar las vergüenzas de otro. Porque de ahí no pasamos.

Si se trataba de mejorar la asistencia, hubiera bastado con aflojar el bolsillo y contratar a un par de facultativos más. Digo yo que, si tenemos para otras tonterías, no íbamos a salir de pobres por cien mil euros de nada. Pero no, la respuesta más fácil ?y también irresponsable, por supuesto- era romper lo que funcionaba a la perfección. Todo sea por tener un servicio propio en cada hospital porque, al final de la batalla, esto es lo único que se perseguía, aunque se deteriore la calidad asistencial. Nada se ha solucionado fracturando un servicio que funcionaba sin tacha alguna. La realidad es que San Juan y La Vila siguen disponiendo de una dotación de oncólogos considerablemente inferior a la del resto de la Comunidad Valenciana. Ambos servicios se quedan en mínimos, por más que la especialidad es cosa seria. Andan pegándose por migajas, pero aún hay quien defiende que se trata de una equitativa redistribución de efectivos. Más bien de carencias.

Sin ánimo de extenderme en explicaciones técnicas ?más sabrán, por supuesto, los expertos-, la Oncología exige una supra especialización que permita un mejor conocimiento del cáncer. Vaya, que no es lo mismo que sea de mama, de laringe o de pulmón. Y, llegado el momento, cada uno desea ser atendido por profesionales con el mayor grado de especialización. Con esta premisa, los hospitales valencianos actúan bajo un eficiente modelo de trabajo en red para atender este tipo de patologías. Al margen de la economía de escala generada, el modelo evita caer en duplicidades innecesarias, aprovechando los recursos ?siempre escasos- para mejorar la efectividad de los tratamientos. Curiosamente, hasta la fecha no había existido discrepancia alguna por cuestión del color político de quien gobernase en la Generalitat. En algo habíamos avanzado.

La Conselleria de Sanidad ha sido enormemente torpe en la gestión de un conflicto que nace de su propia ineptitud. Después de tres años de legislatura sin problema alguno en lo que nos ocupa, se decide generar crispación a escasos meses de las elecciones autonómicas. A la vista del desatino, surgen las prisas para callar las voces e, incluso, por matar al mensajero. Tal es la torpeza que la propia consellera, Ana Barceló, acaba mostrado su agrado por un tuit en el que una de las partes interesadas acusa a la otra de haber «manipulado conscientemente los datos» y de «utilizar al paciente oncológico como moneda de cambio para la defensa de intereses exclusivamente personales». Con un «me gusta» en su perfil de Twitter, la consellera apoyaba una acusación que debe ser comprobada o, en caso contrario, constituye una manifiesta difamación por parte de quien la difunde. Podrá tratarse de un error como alega Barceló, pero no por ello queda eximida de disculparse públicamente ante los profesionales afectados.

Me consta que el tema no ha sentado nada bien entre algunos históricos socialistas de la sanidad alicantina. Cuentan que han prevalecido los malos rollos del PSPV provincial sobre los intereses sanitarios de la población. Quizás sea este embrollo el motivo por el que ningún responsable político ha dado la cara en este asunto. La verdad es que, a los cargos socialistas de la comarca de L'Alacantí, les han dejado a los pies de los caballos y ya veremos cómo justifican el daño producido a sus conciudadanos. Por otra parte, es vergonzoso que, desde Valencia, se envíe para dar explicaciones a un simple subdirector general y no a un alto cargo del equipo directivo de la conselleria. Sin ánimo de desmerecer, apenas se trata de un eslabón de poca monta en la cadena de mando. Extraña aún más si se considera que, tanto la consellera como el secretario autonómico, Narcís Vázquez, proceden de la provincia de Alicante. Y, llegado el caso, ahí está la directora general de Asistencia Sanitaria para fajarse en estos entuertos. Ninguno acudió a apagar el fuego.

Si garrafal es el error en la gestión política del caso, más grave aún es la falta de consideración hacia los pacientes. Los rectores de la sanidad valenciana parecen olvidar que la relación entre los enfermos y el personal sanitario es parte sustancial de cualquier tratamiento, más aún cuando la vida anda en juego. Explíquenle ahora a los centenares de afectados que deben cambiar de médico y que no pasa nada. Pónganse en su lugar, que no se trata de curar una gripe o una diarrea. Desde la conselleria parecen verlo de otro modo. No debe ser tan grave el asunto cuando el subdirector general de Planificación actúa de correveidile y nos deja perlas como que el cambio de facultativo de referencia es «un problema de menor importancia». O que el recorte de la plantilla no afectará a la asistencia porque «es suficiente para atender a la población». A mí no me salen las cuentas, pero cuénteselo usted a los pacientes. De paso, explíqueselo también al Síndic de Greuges, que ya se ha interesado por el tema. En fin, nada extraño en quien, unos días antes de su visita a San Juan, se permitía publicar un incendiario tuit: «hay personas sin escrúpulos para usar los pacientes como escudos». Pues vale, machote.

Me pregunta un colega si no querrán cargarse la sanidad pública, para favorecer más derivaciones a la privada. La verdad es que, mientras el discurso va en una dirección, las acciones lo hacen por la contraria. Y, si esa es la intención, no hay mejor estrategia que deteriorar lo público desde dentro. Supongo que solo es incapacidad, aunque bien sazonada con una pizca de irresponsabilidad y cierta mala leche. Eso espero.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats