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El espíritu de las leyes

Adolf, Jordi, Franz y el "procés"

La bibliografía sobre el proceso separatista en Cataluña comienza a ser ya inabarcable. Durante las pasadas vacaciones de verano leí un par de libros al respecto escritos desde dos perspectivas científicas distintas. Adolf Tobeña, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona, publicó hace un par de años "La pasión secesionista. Psicobiología del independentismo", una obra cuyo título me hizo evocar mis lecturas juveniles de los magníficos ensayos biológicos de Gregorio Marañón acerca de figuras históricas o mitos literarios sellados por una pasión dominante (Tiberio, Enrique IV de Castilla, el conde-duque de Olivares, don Juan€, etc.).

Tobeña quiere "bucear" en la psicobiología del gregarismo, el etnocentrismo y la xenofobia, que son, a su entender, los "resortes primordiales" de los nacionalismos identitarios. Cuando a tales resortes se les añaden, escribe, potentes medios de persuasión y propaganda para acentuar las tendencias chovinistas y un activismo subvencionado por un poder cantonalista tenaz, el resultado es lo sucedido emocionalmente en Cataluña. O sea, la eclosión de una potentísima pasión política experimentada por "un paisanaje que se auto-venera" y que ha ocupado monopolísticamente el espacio público, comenzando por el espacio urbano.

Afirma el profesor Tobeña que hay material para acercarse al estudio de esta pasión desde "la psicología del gregarismo litúrgico, uniformizador y euforizante". Y añade luego de modo contundente que "la campaña de las esteladas perennes confiere al paisaje una presión cromática de estilo cubano", aunque en las pequeñas localidades rurales de Cataluña "esa presión contextual alcanza magnitudes norcoreanas".

¿Cómo caracterizar específicamente semejante pasión colectiva? El doctor Tobeña establece el siguiente diagnóstico: "una devoción comunitaria tan apoteósica debía tener alguna vinculación con la pasión romántica. Los independentistas andan perdidamente enamorados€ de un ideal, de un paraíso espléndido, gozoso y dorado". A pesar de sus esfuerzos y de su inmenso poder, cree, sin embargo, Adolf Tobeña que los nacionalistas no han logrado crear una sociedad cohesionada, "un pueblo fusionado, con conciencia de pertenencia e ilusiones de futuro en común".

El otro libro al que me refería es el publicado este mismo año por el historiador Jordi Canal, profesor universitario en París, con un título sumamente expresivo: "Con permiso de Kafka. El proceso independentista en Cataluña". Naturalmente, el "prusés", que diríamos en catañol, está aquí contemplado desde la enloquecedora perspectiva de la célebre novela de Franz Kafka "El proceso". Como recuerda el propio Canal, Inés Arrimadas comenzó su intervención parlamentaria del 26 de octubre de 2017 diciendo: "Ni el proceso de Kafka era tan kafkiano como el proceso del señor Puigdemont".

Las crisis de principios del milenio, señala Jordi Canal, constituyen el escenario de fondo del proceso independentista catalán, en el que confluyen una pluralidad de factores: la radicalización soberanista del nacionalismo, el resultado de varias décadas de intensa nacionalización catalanista, la debilidad del Estado español (cuestionamiento del marco autonómico, corrupción de la clase política, descrédito del sistema institucional), el acceso a la vida adulta de nuevas generaciones sin pasado y de porvenir oscuro, y, en fin, la esperanza de oportunidades políticas y de ascenso social en una imaginada nueva, y propia, organización estatal armónica y próspera (¡Cataluña, la Dinamarca del sur!, se proclamaba). Ahora bien, en medio de todo ello lo que hay es "un florilegio de emociones y sentimientos: desde la rabia al autoenamoramiento, del miedo a la ensoñación, de la ambición al hartazgo, de la frustración al supremacismo, del autoengaño al odio".

En el siglo XIX el obispo Torras i Bages pensaba que la nación catalana había sido creada por Dios. Sin embargo, antes del siglo XX, precisa Canal, no existía ninguna nación llamada Cataluña. Fueron los nacionalistas los que se lanzaron al proyecto de construirla. Desde 2012 sobre todo, su hiperactividad se topó con la hiperpasividad del Gobierno Rajoy, la mirada despreocupada de buena parte de la sociedad española y la falta de reacción inmediata de la Unión Europea, de los partidos de la oposición, de los intelectuales y de los empresarios. En efecto, sostiene Jordi Canal, el conflicto principal que se encuentra detrás del "procés" no tiene lugar entre Cataluña y España, sino "entre distintas visiones, concepciones y percepciones de Cataluña. De ahí la fractura profunda de la sociedad catalana en la actualidad. La aventura independentista ha llegado tan lejos como consecuencia de los silencios, la infravaloración o la incredulidad de aquellos que podían haber reaccionado mucho antes". Totalmente de acuerdo. Sin duda, ha sido así.

Bueno, y ahora, ¿cómo resolvemos este gravísimo problema? Cree Jordi Canal que, hasta hoy mismo, los proyectos alternativos mínimamente convincentes e ilusionantes han brillado por su ausencia. "El triunfo de las emociones sobre la racionalidad, de la fe sobre la razón, del exabrupto sobre la palabra, de la mentira sobre las verdades, de la anarquía sobre la ley, del egoísmo sobre la solidaridad, de la secesión sobre la integración, convierte el camino hacia alguna parte en difícil y peligroso". A su juicio, toda vuelta atrás es complicada o simplemente imposible. "El diálogo, en definitiva, se nos antoja muy difícil. El trabajo de recomposición, en el sentido que sea, va a ser monumental".

Un magnífico libro, en suma, aunque con una conclusión final, según pienso, demasiado pesimista. España, pese a todo, resistirá, y quienes preconizan un "procés" eterno más allá de la muerte se verán reducidos a polvo, aunque, eso sí, serán polvo enamorado.

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