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El Hércules y la normalidad

A la luz de la marcha del club y del equipo en los últimos años, demasiados años, el Hércules y la normalidad parecían hasta ahora términos opuestos y contradictorios. Un oxímoron de imposible cumplimiento. Pero no. El milagro toma forma y el equipo alicantino, a cuatro años de su centenario, parece entrar en la senda de la normalidad. En el campo y en los despachos.

Aunque siempre está expuesto a la convulsión bajo el mandato de Enrique Ortiz y Juan Carlos Ramírez, este Hércules de Planagumà y Portillo responde a las exigencias de una entidad casi centenaria y lidera con autoridad el grupo III de Segunda B. Con mucho orden táctico, seguridad defensiva y un encomiable sentido colectivo; o lo que es lo mismo, espíritu de equipo unido y solidario.

Con todo, tampoco hay que echar las campanas al vuelo porque el equipo blanquiazul está haciendo este curso lo que le corresponde y se espera de él: que compita desde el inicio como un permanente candidato al ascenso que es y que defienda con orgullo en todos los campos el escudo de un club histórico. Ni más, ni menos.

Con una afición tan desencantada por lustros de fracaso y decepción, es normal y comprensible que se desate la euforia con este arranque histórico del equipo. Pero, insisto, el Hércules está haciendo los deberes. Sin duda tiene mérito, pero es su obligación. Porque un equipo que hace ocho años ganaba en el Camp Nou al Barcelona de Guardiola y goleaba en el Rico Pérez al Atlético de Madrid de De Gea, Godín, Diego Costa y Agüero no tendría por qué celebrar como algo cumbre y extraordinario ganar «in extremis» en casa al Ontinyent o al filial del Villarreal por un error garrafal del meta rival.

Enganchado al credo del joven técnico Planagumà, el equipo ha recuperado a ilustres veteranos como Falcón, Samuel y Juli y ha incorporado a jugadores de indudable talento en todas las líneas, que marcan diferencias y refuerzan la necesaria y sana competencia interna: Carlos Martínez, Diego Benito, Fran Miranda, Íñiguez...

En los despachos también ha llegado la normalidad institucional de la mano del presidente Quique Hernández. Frente a los conflictos institucionales con tirios y troyanos de la etapa anterior, el club ha recuperado masa social con más de 6.000 abonados y sus vínculos con la sociedad alicantina y otros clubes se refuerzan a diario. El herculanismo también se defiende y promociona más allá del Rico Pérez cada 14 días.

Son días de vino y rosas para el Hércules con este gran arranque de cinco victorias de seis partidos, pero vendrán rachas peores que pondrán a prueba la estabilidad y la confianza del club y de la afición, tan pendulares ambos. Será entonces, cuando no acompañen los resultados, el momento de analizar con más criterio si esta normalidad institucional prima o no sobre las prisas, el resultadismo a toda costa y las urgencias históricas. Por buscar referentes más o menos cercanos, el Cartagena casi sube el curso pasado después de tres años con Alberto Monteagudo como técnico y el Cádiz acarició el ascenso a Primera después de aguantar en el banquillo a Álvaro Cervera tras nueve partidos consecutivos sin ganar...

Quique Hernández, Planagumà, Portillo... Al final va a resultar menos difícil de lo que parecía: gente de fútbol que ha tomado las riendas de un club tan peculiar y sufridor como el Hércules con excelentes resultados en este inicio de temporada. Aunque con alguna tirantez y desavenencia, de momento les están dejando trabajar. Y esa es la clave: la normalidad. ¿Continuará?

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