Según mi primo, médico de familia, los oncólogos son quienes más cerca están de Dios. O eso creen ellos. Solo desde esta particular teoría del endiosamiento se puede explicar la guerra abierta en el Olimpo de la Oncología provincial. El Hospital de Sant Joan se queda con solo cinco oncólogos, tras un recorte de cuatro especialistas, para atender a 218.000 personas, la peor ratio de la provincia. Un hecho. Cabría esperar que el colectivo de oncólogos pusiera el grito en el cielo por prurito profesional, ya que es evidente que esto no puede ser bueno para los enfermos. Una suposición. Pero no. Algunos «colegas» de otros hospitales (en los que por cierto hay más profesionales en esta especialidad para menos población) aseguran en Twitter que a los enfermos de cáncer en Alicante los utilizan como escudo y como moneda de cambio por intereses personales. Una maldad. Así tratan como a tontos a los pacientes que protestan (ya han recogido casi 20.000 firmas en contra del recorte de la Conselleria de Sanidad) y como malos profesionales a los oncólogos del Hospital de Sant Joan, a los que se llega a acusar de manipular los datos. Lo peor de todo es que dos cargos públicos, a quienes se les paga para resolver problemas, no para crearlos, la consellera Ana Barceló y el subdirector general Faustino Álvarez, respaldan la teoría de los enfermos manipulados y los malos oncólogos manipuladores. Una locura. La primera con un megusta y el segundo al afirmar que «hay personas sin escrúpulos para usar a los pacientes como escudos». Como los dos tienen plaza con mando, lo que se espera de ellos es que ipso facto expedienten a los malos profesionales y destituyan a los cabecillas manipuladores. Si esto no ocurre, teniendo en cuenta que el argumento de la consellera es que le dio al botón de megusta «por inercia», lo que se espera de ella es que se vaya a casa cuanto antes para que Ximo Puig nombre a alguien competente en Sanidad. Por el bien de los pacientes. Una necesidad
