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Francisco García

De la tos a la pulmonía

Dicen los pesimistas bien informados, frente a los optimistas patológicos que gustan de jalear las cuentas de la vieja del Gobierno, que la economía se está enfriando. O sea, que con la entrada del otoño se le avecinan los primeros constipados al sistema inmunológico del PIB. Al termómetro que mide la temperatura de las finanzas del país empieza a derramársele el mercurio por los suelos. Lo que ahora es una molesta tos se puede convertir pronto en pulmonía. Hay factores internos que asoman como indicadores de que se avecina el tiempo frío, de que viene adelantado el invierno.

La debilidad del Gobierno, en permanente estado de crispación, y la percepción internacional de que existe incapacidad para resolver la crisis catalana no ayudan a atraer inversores e incluso espantan a los que aún mantienen la confianza en un país que parece haber perdido el viento de cola. La ralentización del consumo es evidente y la merma en la llegada de turistas no ayuda a cuadrar mejor los números. Pese a que la estadística oficial relata un buen verano turístico en Asturias, a nivel nacional se detecta una menor presencia de extranjeros. Destinos que habían desaparecido de las guías por la amenaza terrorista, como Egipto y Turquía, vuelven a recuperar viajeros, son de nuevo una dura competencia.

Si a todos esos síntomas evidentes se suman otras amenazas externas, como las medidas arancelarias de Trump, la influencia del "Brexit", el incremento del precio del crudo y la previsible subida de los tipos de interés, parece que se avecina una nueva tormenta perfecta. De esas que arrastran, en riada, empresas y empleo.

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