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Vueltas de condenas y esperanzas

No seré yo quien contradiga al filósofo de Éfeso, pero en este mundo parece que los asuntos y los temas vuelven constantemente a mojarnos y se convierten en un continuo «dejà vu» del que es complicado a veces no sentirse preso

EEl tiempo no deja de jugar con nuestros recuerdos y nuestras certezas. Se cree uno que, con su paso, cambiará la historia y se renovará la vida, cuando la vida no deja de ser un círculo en un rodar constante, lejos de aquella máxima de Heráclito sobre que no puede uno bañarse dos veces en el mismo río, pues las aguas ya no serán las mismas. No seré yo quien contradiga al filósofo de Éfeso, pero en este mundo parece que los asuntos y los temas vuelven constantemente a mojarnos y se convierten en un continuo «dejà vu» del que es complicado a veces no sentirse preso.

Y viene esta reflexión a colación de la vuelta al tapete taurino del tema del afeitado de los toros. El asunto, aunque parezca novedoso, viene acompañando a la tauromaquia casi desde su misma profesionalización. Incluso al Rey de los toreros, Joselito « El Gallo», se le acusó de tal trampa, y siempre ha sido una triste sospecha que ha tiznado con las negras cenizas del fraude a un rito tan incomparable como el de la lidia. Que el toro bravo debe defenderse desde su integridad no solo es una premisa básica del aficionado, sino exigencia legal. Pero como con tantas otras leyes, se hace la vista gorda no se sabe muy bien si por falta de medios para demostrar y perseguir el engaño o por ausencia de interés de los interesados. En este país siempre se ha dado mucho aquello de esconder la suciedad bajo la alfombra, o tirarlo todo al mar. Luego, cuando el mar nos devuelve a nuestras hermosas playas la tremenda cantidad de inmundicias con que le hemos obsequiado, encima nos extrañamos y nos lamentamos.

Las imágenes lastimosas de El Juli en Guijuelo o Morante y Manzanares en Valladolid ante reses de mermadas defensas córneas ha devuelto la polémica. Existe protocolo para que los equipos presidenciales manden a analizar los pitones de aquellos toros que consideren sospechosos de manipulación, pero lo cierto es que apenas se producen exámenes. El último conocido, un Miura en San Isidro. La perfecta redondez de las astas de varias ganaderías punteras lucidas en plazas de primera ha llevado también a dudar de la existencia de cierta manipulación. Lo cierto y seguro es, desgraciadamente, que muchos toros se lidian «retocados», y esa es una circunstancia que al espectador mínimamente familiarizado con lo taurino no se le escapa. Lo que ha ocurrido es que se ha acabado por aceptar esa trampa, casi pidiendo que, cuanto menos, sea llevada a cabo «con decoro». La generalización del uso de fundas en los pitones para preservar que las cabezas de las camadas se estropeen en el campo no es más que eso: un tupido velo sobre el que esconder la realidad de la manipulación.

Por eso sonroja un poco que, a estas alturas, haya que volver a hablar de este asunto. Porque es una realidad dolorosa, por un lado, y porque parece inevitable que seguiremos aceptándola como se aceptan algunos diagnósticos médicos. Es lo que hay, y no deja de ser uno de los tantos virus que infectan y corroen por dentro la tauromaquia. Por mucho que a algunos les moleste. A los mismos que no moverán un dedo por solucionarlo.

Y en tanto que hablamos de vueltas y revueltas, bien está que acabemos con un retorno, en otro orden de cosas, muy feliz. Si hace dos semanas dábamos cuenta del grave percance sufrido por el subalterno alicantino Daniel Oliver en Méntrida, hoy tenemos que congratularnos con su feliz vuelta el viernes en El Peral y el sábado en Darro, en sendos festivales donde volvió a tomar el pulso a la profesión que es su vida.

Y más vueltas, ojalá igualmente positivas, con el regreso de Manzanares al ruedo de la Maestranza en un cartel de postín, ante reses de Juan Pedro Domecq y como testigo de la alternativa que Morante de la Puebla concederá a Alfonso Cadaval, hijo de César, uno de los miembros del popular grupo humorístico Los Morancos. La temporada del alicantino tendrá como último gran puerto Zaragoza, durante cuya Feria del Pilar realizará el paseíllo junto a Alejandro Talavante y Juan José Padilla, que se retirará de los ruedos, para matar una corrida de Núñez del Cuvillo. Alternativas y despedidas, en ese continuo girar de la rueda del tiempo.

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