Veo con no poca desolación el destrozo que la Conselleria de Sanidad ha decidido perpetrar en el servicio de Oncología del Hospital de San Juan. Me quedo destrozada al leer las historias de algunos pacientes oncológicos, que tendrán que optar entre cambiar de médico o bien desplazarse a Villajoyosa para poder continuar con el suyo. Estando así de enfermos, que les pongan estas dificultades, manda huevos.

No quiero hacerles sacar el moquillo, pero lo de los pacientes de cáncer merece un capítulo aparte. Yo tengo tres alrededor, muy cercanos. Uno, mi padre, diez años de enfermedad, Justo, alias « Rambo», un toro de lidia a pesar de las docenas de banderillas, continúa con fe porque cuando el doctor Massuti ahora, o antes la doctora Palmero, le pauta un tratamiento para él es incuestionable. Él confía en su médico y esa confianza es una parte básica de la terapia. Mi hermano José Javier, hijo de Rambo como yo misma, se metió el p'adelante entre ceja y ceja como su karma diario e hizo lo que le mandaba la doctora Del Cerro, sin plantearse si quería o no someterse a la asfixiante terapia. Y mi amiga Isabel, Lita, pone en pausa toda su sapiencia como onco-radioterapeuta y se ha preparado con todas sus fuerzas para lograr que el trasplante de médula sea un éxito, animada por su hematólogo. Ellos son mis tres héroes.

Como ellos, Justo, José Javier y Lita, miles de enfermos de Alicante confían ciegamente en su oncólogo, del que han aprendido a interpretar gestos, sonrisas abiertas, e incluso esas incómodas consultas cuando las cosas no van bien y el médico les rehúye la mirada. Saben que sólo así pueden aspirar a sobrevivir a esta dichosa enfermedad, en la que luchan en inferioridad de condiciones.

Que tu médico te conozca y sepa cómo te va o no el carboplatino y cómo suena tu auscultación vale un imperio. Y si te quitan tu oncólogo y además se espacian las fechas de las consultas en mitad del tratamiento y el médico nuevo no tiene ni remota idea de quién eres tú, te ves perdido en el momento más vulnerable de tu vida.

Se puede ahorrar en cualquier cosa menos en esto. Quitarles sus oncólogos a los pacientes es un atropello que no se puede consentir y dejar mermado un servicio para mejorar otro tampoco. Me parece impresentable esta decisión y espero que rectifiquen, por razones de pura humanidad.