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El Gobierno, frente a su origen

Cuando el PSOE registró el 25 de mayo en el Congreso de los Diputados una moción de censura contra el entonces presidente Mariano Rajoy, casi nadie pensaba que aquella fuera a ser la primera vez que este instrumento de control político prosperara en nuestro país. Menos aún, imaginábamos a Rajoy volviendo a su plaza de registrador de la Propiedad en Santa Pola, la cual ha conseguido ubicar rápidamente en Madrid tras haber pasado más de treinta años en servicios especiales. Así, entre la necesidad de regenerar la vida pública y la falta de acción por parte de Rajoy tras conocerse la sentencia del caso Gürtel, una amplia y diversa mayoría en el Congreso hizo posible que prosperara la censura al presidente del Gobierno.

Gracias al carácter constructivo de la moción, en poco tiempo se configuró un nuevo ejecutivo con el que Pedro Sánchez conseguía generar un halo de ilusión a partir de una composición que no dejaba indiferente a nadie. De hecho, a los pocos días de conocerse los nombres del nuevo Consejo de Ministras, daba la impresión de que éste era fruto del resultado de un proceso electoral con sabor a victoria, en vez de serlo como consecuencia de una moción de censura. Lo que, por otro lado, no deja de ser un éxito también. De esta forma, el nuevo Gobierno entraba por la puerta grande en un momento en el que afuera, en las calles, se podía respirar las ganas de un cambio político. Lo que, sin duda, otorgaba esa legitimidad social que en un contexto como este también es importante.

En cualquier caso, con sus defectos y virtudes, la moción de censura aparecía, en esta ocasión, no solo como un instrumento para exigir la responsabilidad política del Gobierno, sino que, además, resultaba ser una herramienta gracias a la cual se abría una nueva etapa en la política española. Algo que, hasta ahora, solo había sucedido tras un proceso electoral. Desde entonces, la gran pregunta que se viene haciendo es si resultaría posible gobernar con tan solo 84 diputados y diputadas, que son los que tiene el PSOE.

Probablemente, las dificultades no vengan dadas tanto por el número como por las características de la situación. Se puede gobernar en minoría con relativa facilidad, si se dispone de un acuerdo o coalición con otras formaciones políticas. Es decir, con un pacto de gobierno que, normalmente, se alcanza con carácter previo a la investidura tras unas elecciones. El problema de este Gobierno es que no dispone de ningún acuerdo que le pueda otorgar un mínimo de estabilidad en el tiempo, al menos la necesaria para agotar la legislatura. Esa es la clave diferencial. Los grupos parlamentarios que votaron a favor de la moción de censura, agotaron su compromiso en aquella votación.

Cada propuesta, cada acción, que el Gobierno pretenda sacar adelante se puede acabar convirtiendo en una odisea, siendo la aprobación de los Presupuestos Generales el colofón sobre el cual Pedro Sánchez ha vinculado la convocatoria de elecciones anticipadas. Y, de momento, la agrupación de derechas PP-Ciudadanos, lo han bloqueado a través de la Mesa del Congreso rechazando la enmienda con la que se anulaba el veto del Senado al techo de gasto. Así, el día a día se da de bruces con la realidad de no disponer de un acuerdo político. Quizás, y sólo es una opinión, convendría al presidente Sánchez apuntalar las grandes líneas políticas de una agenda progresista y convocar elecciones antes de que aquella ilusión inicial, se acabe transformando en decepción ante las dificultades de gobernar en estas condiciones.

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