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Menores y desamparo legal

En estos mismos momentos en los que uno gasta su tiempo en leer estas líneas hay miles de niños y niñas que se encuentran desprotegidas. No, no están en el corazón de ningún conflicto bélico, ni en medio de una gran sequía o catástrofe natural. No, se encuentra aquí, a nuestro lado, muy cerca, tan próximos que no les vemos. Al menos, las administraciones, los poderes públicos, los políticos, ninguno de ellos termina de verlos.

Me refiero a esos niños y niñas que, tras la ruptura de convivencia de sus padres, se encuentran sometidos a un proceso donde uno de ellos termina desentendiéndose de todo. No hay marco legal seguro para que un padre que deja de convivir con sus hijos siga haciéndose responsable del futuro de los mismos. Sólo la conciencia de padre, de ser responsable, hace posible que esos niños no se encuentren dependiendo de su madre, de sus ingresos y de lo que pueda lograr para mantener su calidad de vida y las mismas oportunidades que el resto de menores de su entorno. Y si no hay conciencia, no hay ley que le obligue, a la vista de los huecos y agujeros por los que puede escapar.

A pesar de los acuerdos de divorcio o separación, a pesar de las resoluciones judiciales que se puedan establecer en estas situaciones, a pesar de todos los requerimientos legales y teóricos hay cientos de casos en los que el padre no responde a la prestación económica - ni emocional - para con sus hijos. Y es la madre, en la mayoría de casos, la que debe soportar la carga emocional, psicológica y económica de su crianza. Y sin que nadie, ninguna institución, la defienda ni la ayude.

Y todo ello, sin que los poderes públicos quieran o puedan dar respuesta a las peticiones de esas mujeres, que se desviven para que sus hijos no mueran en la miseria de la lucha cotidiana.

Y qué respuesta tenemos, qué solución se nos da, a qué puerta podemos llamar ante la real o ficticia situación de falta de ingresos, insolvencia o dejadez de los progenitores. Ninguna. Sólo el eco sordo del silencio.

Y mientras tanto, mujeres que tienen en su casa a los hijos engendrados entre dos sobreviven alimentados sólo por una. Da igual su falta de recursos, da igual su insolvencia, da igual todo, porque quien los tiene en su cobijo, quien tiene en su conciencia lo que más quiere, no puede bajar los brazos, no puede esconderse de su responsabilidad, no puede abandonar a sus hijos. Porque si lo hace, ninguna ley, ningún derecho universal, ninguna constitución dará la educación, la vivienda, el ocio, la alimentación, ni nada a sus hijos. Tal y como está la sociedad los hijos de parejas divorciadas/separadas están en absoluto desamparo real (no legal) ante los impagos de la pensión alimenticia del padre. ¿Y la madre?, pues la mujer en estos casos no sólo desamparada, sino también angustiada y absolutamente sola. Pues como única respuesta sólo logra un papel que le da la razón, pero no aporta solución alguna.

Alguna de nuestras responsables, hombre o mujer, diputada, concejala, ministro... Cualquiera de esas personalidades que tienen en sus manos cambiar esto. ¿Se han preguntado qué pasa por la cabeza de un niño abandonado por su padre? Les respondo en su nombre, a la vista de cómo está la normativa y las herramientas de defensa que tenemos podemos afirmar que no, que ni siquiera se han hecho esa pregunta.

Este país no funciona, no se puede gobernar desde su estado de confort; se debe gobernar desde la calle, pero para ello es necesario responsabilidad, coherencia, salir de los despachos acondicionados y patear las calles para ver los problemas reales. Dejen de taconear el 8 de marzo y pateen cada día del año hasta conseguir que la mujer hoy tenga los mismos derechos que los hombres y que los hombres tengan las mismas obligaciones que las mujeres. Velen por los niños de este país.

Algo debería cambiar. Porque la paternidad es una responsabilidad que no puede tener como fecha de caducidad la separación de la pareja. Algo debe pasar porque dar de comer a los hijos de uno no sólo es responsabilidad cuando se vive con otra persona. Algo debe pasar para que esta lacra, este drama silenciado que pasa en tantos y tantos casos, salga a la luz. Algo debe pasar para que ya no vuelva a ocurrir más. Que alguien haga algo. Nuestros hijos están desamparados.

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