Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lorena Gil López

El destierro

He cogido un resfriado de esos tontos por el calor, los cambios bruscos de temperatura y aires acondicionados malditos, así que vaya por delante que a lo mejor me nubla el juicio este dolor que tengo que parece que me va a estallar la cabeza. Pero es que, de verdad, no entiendo nada. Un cura acusado de cometer abusos sexuales en un colegio de un pueblecito de Zamora entre 1981 y 1984 ha recibido su castigo por parte del Vaticano: desterrado durante 10 años de su diócesis, tiempo durante el cual no se crean que se queda en la calle, no, simplemente el Papa ha tenido a bien que resida en un monasterio, con su agua caliente, su desayuno, comida y cena, y sus momentos para la reflexión. Pero el castigo no se queda ahí, no se equivoquen, que tras los diez años bajo techo y comida todos los días, el cura podrá regresar a su diócesis para vivir en la casa sacerdotal. El obispo de Astorga considera que la pena es «muy dura» pero que se cometió hace más de 30 años.

Hace unos días falleció en Elche un niño de dos años por malos tratos, ayer conocíamos la noticia que publicó mi amiga Pino de que los casos de violencia contra pequeños y jóvenes se han duplicado en la provincia en apenas dos años. ¿Qué nos está pasando?¿Qué sucece con las víctimas? ¿Qué se esconde detrás de cada drama? Para estas preguntas no tengo respuestas claras, pero ¿de verdad diez años en un monasterio por abusos sexuales es suficiente? ¿O son las décimas de fiebre las que me hacen pensar que ese sacerdote debía estar pudriéndose en prisión? Ah, sí, perdón, que los abusos ya han prescrito y ya la Justicia no puede hacer nada. Pues empecemos por cambiar la ley, el delito es delito hoy y hace cuarenta o cincuenta años, hay casos que no pueden quedar impunes, ni abusadores en un monasterio.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats