El miércoles, el canciller austriaco, Sebastian Kurz, criticó a España, Italia y Grecia, acusándoles de frenar el refuerzo de Frontex por razones de soberanía, pero también por temor a que se dispondría de registros más reales de la entrada de inmigrantes. Este era el aperitivo de bienvenida con el que el primer ministro conservador austriaco y presidente semestral de la Comisión Europea iniciaba la reunión de la Comisión en Salzburgo.

Los inmigrantes y refugiados que llegan a Europa, según el acuerdo de Dublín que tomaron los 28 países europeos, tienen que residir y resolver su situación en el país donde se registran inicialmente. Hayan entrado por las fronteras terrestres o marítimas o por vía aérea. Por eso, las declaraciones del primer ministro conservador Sebastian Kurz -que gobierna en coalición con el partido nazi austríaco- es de una falacia y de un cinismo estremecedor. Culpa a los países que tienen fronteras exteriores de negarse a reforzar con miles de funcionarios europeos esas fronteras de la Unión. Según Kurz los funcionarios registrarían la entrada de las personas que llegan; sin embargo, no dice nada de extender los empleados de Frontex a las fronteras orientales de los países del Este de la Unión, de Schengen -Hungría, Polonia, entre otros- que cerraron y desviaron a los refugiados hacia Grecia. El presidente español, Pedro Sánchez, le respondió ayer que él es partidario de reforzar Frontex, pero con dos condiciones: la primera es que sea un sistema flexible, que se adapte a las necesidades de cada Estado y, la segunda, que sea complementario, evitar que las nuevas competencias de que se quiere dotar a los guardafronteras acaben poniendo en cuestión la soberanía nacional de forma acelerada. Kurz no ha dicho nada del reparto de los inmigrantes entre los distintos países de la Unión Europea ni de la revisión pendiente del acuerdo de Dublín.

Alemania acogió casi a dos millones de refugiados procedentes de Siria y de oriente, lo que ha debilitado políticamente a la canciller Merkel, porque han sido utilizados como arma electoral por sus adversarios: los neonazis de la AfD y el sector más derechista de su partido. En el caso de España sucede algo parecido con los que llegan a través del Mediterráneo, es un mito hablar de «invasión» de migrantes africanos. Son una minoría, a pesar del aumento registrado este año. Los últimos datos corresponden al segundo semestre de 2017 del INE Base (Instituto Nacional de Estadística, https://www.ine.es/dynt3/inebase/es/index.htm?padre=3696?sel=3697), demuestran que dé un saldo total de 126.286 inmigrantes en ese período; el saldo con África era de algo más de trece mil, una cifra similar a los procedentes de la Unión Europea; el grueso es con Sudamérica, 53.657, con Centroamérica y el Caribe, 20.658. Por países, la gran mayoría de los inmigrantes están llegando de Venezuela, Colombia y por vía aérea, bien es verdad que son las élites de esos países y con más recursos.

Los africanos son indispensables para tareas agrícolas y ganaderas -pastoreo- en las zonas rurales: sin ellos muchos pueblos habrían desaparecido. Y sin los latinoamericanos, ni hostelería ni restauración habrían registrado el auge actual. Son una población joven y contribuyentes netos a la Seguridad Social, indispensables para mejorar el sistema de pensiones. Aunque las vísceras xenófobas no atienden a razonamientos, no me resisto a citar un estudio publicado en Nature, el pasado 20 de junio, con el título clarísimo de Migrantes y refugiados son buenos para el economía. https://www.nature.com/articles/d41586-018-05507-0. Es un análisis de los datos de quince países de Europa Occidental en los últimos treinta años.

La localidad austriaca de Salzburgo ha acogido la reunión de los partidos populares europeos, a la misma asistió Pablo Casado como presidente del PP español y se entrevistó con su homólogo austriaco. No le debió explicar los problemas que ocasiona la falta de solidaridad de los europeos del Este; por contra, alabó al primer ministro húngaro Viktor Orbán, el más insolidario en materia de inmigración y defensor a ultranza de una Europa definida por su unión étnica y cultural. Probablemente el mayor exponente del nacionalismo xenófobo europeo.

Al margen de lo anterior. La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, está preparando un gran plan para el sector eléctrico. Pero, aparte de los dos euros que nos quita de impuestos, ¿por qué no se da el bono social de forma automática, como en Portugal, a todos los que reúnan los requisitos? Evita papeleo, y para algo están las bases de datos. Es la chispa.