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Juan José Millas

Mezcla explosiva

Poco antes de la comparecencia por antonomasia (signifique lo que signifique antonomasia) fui a comprarme un televisor inteligente, pues el que tenía, además de tonto, estaba viejo y daba los telediarios a saltos. Lo primero que hice fue preguntar al vendedor si la expresión «televisor inteligente» no era una contradicción en los términos. Lo hice como broma, claro, para generar un corriente de buen rollo. Uno no se cambia de tele cada día, de modo que buscaba ser bien aconsejado frente un desembolso importante. El vendedor estuvo hosco, aunque profesional, y abandoné el establecimiento a la media hora, con un aparato gigante metido en un carrito de la compra con el que lo trasladé hasta el coche.

Ya en casa, pese a su cociente intelectual, tuve que ocuparme yo ponerlo en marcha, aunque él colaboró bastante en la tarea de sintonizar las emisoras. Lo hacía a una velocidad endiablada, encontrando canales de cuya existencia no tenía ni idea. Lo estrené con la comparecencia de Aznar y mi decepción no pudo ser más grande. Decidí devolverlo por idiota, pero en la tienda me dijeron que lo que yo buscaba era un televisor piadoso, aparato que no se había inventado todavía. Significa que he dejado de ver prácticamente esta tele cuyo talento no pongo en duda. Pero se trata de un talento frío, de una inteligencia desalmada. Personalmente, siempre he pensado que una lucidez sin bondad es una lucidez castrada. Si mi nueva tele hubiera sido lista y buena, se habría negado a retransmitir el suceso.

La comparecencia de Aznar me dejó tan mal cuerpo que preferí echarle la culpa al aparato retransmisor. Sé de gente que ha roto la pantalla de su caja tonta al ver perder a su equipo favorito. Yo estuve también a punto de lanzarle un martillo para defenderme del espectáculo que nos ofreció ese día el Congreso de los Diputados. Finalmente acepté que no era un problema del soporte. Me habría ocurrido lo mismo de asistir a él a través de la pantalla del móvil, incluso si me hubiera limitado a escucharlo por la radio. Los seres humanos somos como somos, aunque a veces, por suerte, somos distintos. Aznar fue como es. He ahí, me dije, un hombre sin piedad, aunque sin inteligencia también: una mezcla explosiva.

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