El concepto de moral está ligado a cada cultura y consigue que sus integrantes sigan unas normas, valores y creencias que ajustan y establecen lo que está bien y lo que está mal. Por supuesto hay leyes universales que son comunes a todas las culturas, el no matarás, no robarás, no dañarás, entre otras, de las que todos los seres humanos bebemos para estar en paz con nosotros mismos.

Vivimos en el seno de la moral establecida tanto universal como cultural y seguimos sus patrones de acción, hasta que en algún momento de la vida pueda llegar a producirse una desconexión. La base de la moral la establece nuestro pensamiento, que es el que manda en todos los comportamientos. Cuando se justifica una conducta inmoral como moral, hemos llegado a la desconexión moral.

Según el ilustre psicólogo canadiense Albert Bandura, contamos con varios mecanismos para llegar a ella. Lo que el autor llama justificación moral, por ejemplo, «si siempre llego tarde es por el tráfico». El uso de eufemismos, como «mi amigo Juan no es agresivo, simplemente tiene mal genio». El desplazamiento y la difusión de la responsabilidad tan usual en entornos laborales y políticos, como «yo modifiqué la nota del máster porque así me lo ordenó el catedrático» o «todos somos responsables porque el informe lo firmamos en grupo».

Otro de los mecanismos usados de forma habitual es la atribución de culpabilidad, es decir, «algo hará mal tu hijo para que lo acosen en el colegio». La deshumanización también es parte de la desconexión moral, como «con esas bombas no matamos personas, acabamos con la lacra fascista» o la comparación ventajosa «el que roba a un ladrón, tiene cien años de perdón».

Los mecanismos pueden funcionar de forma conjunta o por separado, llegando todos ellos a marcar una desconexión moral justificada y que no conlleve remordimientos, ni sentimiento de culpa. Controlar esta desconexión no es sencillo, sobre todo en una sociedad donde parece que todo es susceptible de escapatoria y donde la sensibilidad de unos hacia otros se merma aceleradamente, tal y como explica Bauman con su llamada ceguera moral. Esta ceguera pasa de los ejecutores a todo el conjunto de la sociedad que omite sus obligaciones morales, lo que nos llevaría de nuevo a la desconexión moral de Bandura. Si desconectamos en racimo llegaríamos a lo que yo llamaría el caos moral.