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Joaquín Rábago

Sin complejos

Hubo unos años, sobre todo los últimos de Mariano Rajoy, en los que el PP parecía avergonzarse de quien había ungido a aquél como su sucesor al frente del partido.

Pero con la retirada de Rajoy de la política, derrotado por por la moción de censura socialista, y la llegada a la presidencia del PP de Pablo Casado, esa etapa parece superada.

Y el PP vuelve a sus esencias. Sin complejos, como le gusta presumir al tercer personaje de la cumbre de las Azores, aquél que llegó a tal familiaridad con el líder del "mundo libre" que hasta en su presencia ponía las piernas encima de una mesa como había visto a hacer en las películas de Hollywood.

Lo más llamativo, aunque no por esperado, de la llegada del ex presidente del Gobierno al Parlamento para intervenir ante la comisión parlamentaria que investiga la probada financiación ilegal del PP, fue su entrada triunfal, arropado por Casado y el resto de sus admiradores.

Pagado de sí mismo, soberbio como siempre, incluso chulesco con los parlamentarios que le interrogaban con inusitada dureza, Aznar no se apartó de su línea, que consistía en negarlo todo, desde la participación de España en la guerra de Irak para complacer a su amo hasta la pestilente corrupción de su partido.

Resultaba irritante para cualquiera con un mínimo apego a la verdad escuchar a quien ha gobernado este país tantos años decir con ese gesto de desprecio que lleva siempre en el rostro que "no está demostrada la caja B del PP".

O que no conocía al cabecilla de la trama Gürtel y a tantos otros implicados en esa trama de corrupción que, sin embargo, asistieron como invitados especiales a la escurialense boda de su hija.

Y justificar en cualquier caso su supuesta inocencia porque durante su etapa al frente del Gobierno nunca había sido llamado a declarar, ya no como imputado, ni siquiera como testigo.

No, Aznar no se arrepiente de nada. Ni de la corrupción ocurrida bajo sus mandatos y suficientemente demostrada por la Audiencia Nacional, ni por supuesto de la guerra ilegal de Irak. La soberbia de ese político dedicado hoy a los negocios es indignante.

Pero más preocupante sin duda es que el nuevo PP, ese que se pretendía el de la regeneración, liderado por un joven de eterna sonrisa Profident, vuelva a sus esencias. Tampoco parece arrepentirse de nada.

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