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Lorena Gil López

Macarras

"Déjame en paz un rato, valeeee!!!!". Esta frase le soltó mi hijo de 4 años a su hermana el otro día porque ella quería jugar a otra cosa y él seguir pintando. Yo estaba en otra habitación, pero lo escuché perfectamente y salí disparada a pegarle la bronca. Al llegar ya había recapacitado un poco, solo un poco, y suavicé el tono para intentar explicarle que no debía decir esas palabras con ese tono. Entonces mi nena soltó: «Es un macarra». Iba a replicarle que no lo era, pero pensándolo bien, y si hago caso a la RAE, es así. La Academia de la Lengua define macarra como «dicho de una persona: agresiva, achulada».

Y ¿quién no tiene un punto macarra en la vida? ¿quién no ha soltado alguna vez unas palabras fuera de tono y lugar? El seleccionador español, que fue vitoreado hace unos días en el Martínez Valero en el partido de España contra Croacia, ha experimentado en su nuevo puesto un cambio que unos dirían milagroso y otros que consideran simple postureo y que en nada se verá al Luis Enrique chulesco y altivo que era.

¿Pero qué me cuentan del ministro de Exteriores de Luxemburgo, Jean Asselborn? En la reunión de la Unión Europea en Viena sobre migración, estalló contra el populista ministro de Interior italiano, Matteo Salvini, al que no dudó en mandar literalmente «a la mierda», cansado de su última estupidez. Y es que el italiano afirmó sin rubor que «no necesitamos tener nuevos esclavos para sustituir a los hijos que no tenemos», en referencia a la llegada de miles de migrantes a Europa que, claro, deciden dejar atrás sus países y familias por placer y no por una imperiosa necesidad de huir de la miseria y la muerte. ¿Es un macarra el luxemburgués por soltar «a la mierda»? Creo que en este caso se quedó corto; sinceramente, me habría gustado que mis pitufos hubieran estado en esa reunión, que Salvini se habría enterado.

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