Les ruego que no lo tomen por petulancia, pues ese suele ser el pecado de las personas que, con reiteración, se citan a sí mismas, pero me gustaría comenzar este artículo refiriéndome a otro que escribí, para esta misma sección, el nueve de junio de 2017, y que titulé El dardo en la palabra.

En aquella ocasión, además de alabar la figura intelectual y humana del nunca suficientemente reconocido catedrático de lengua española Fernando Lázaro Carreter (Zaragoza 1923-Madrid 2004), les recomendaba, y reitero de manera encarecida esa recomendación, dos de sus libros: El dardo en la palabra (Ed. Galaxia Gutenberg, 1997) y El nuevo dardo en la palabra (Ed. Aguilar 2003). El primero de ellos es una recopilación de artículos del autor, publicados en diversos periódicos de España y de la América hispánica entre 1975 y 1996. El segundo, compila los aparecidos en el diario El País entre 1999 y 2002.

En aquel artículo, que me inspiró la balbuceante intervención radiofónica de una política local del PP, reflexionaba sobre la pobreza del lenguaje de nuestros representantes. Si, como argumentaba entonces, para Aristóteles el hombre es un animal político, un animal que habla, ¿cómo es posible que los que se dedican a los asuntos de la res publica hablen tan rematadamente mal?

Con todo, lo peor no es que hablen mal, lo indignante es que, en algunos casos, intenten justificar sus errores, achacándolos a una suerte de «contubernios judeo-masónicos», y en otros no sólo que hablen mal, sino que además sus palabras resulten ofensivas, considerando que la mejor manera de defender una causa perdida es insultando al adversario político. No quiero parecer críptico, de modo que les pondré dos ejemplos.

El primero de ellos es el del tan traído y llevado asunto de la versión valenciana del programa de nuestras fiestas patronales. En el folleto, que constaba de ocho páginas, sólo la portada y la contraportada estaban exentas de errores. Imagino que la portada carecía de erratas porque fue la única página que los responsables municipales leyeron antes de enviar el engendro a imprenta; la contraportada estaba correcta porque la patrocinaba El Corte Inglés, que es una empresa seria.

Lo más curioso de este caso es que los partidos políticos, PSOE y Compromís, que intentan imponer a los padres de la Comunidad Valenciana la lengua en que deben estudiar sus hijos, no sólo permitieran que este desaguisado llegara a ocurrir, sino que una vez consumado, en vez de pedir perdón, achacaran la responsabilidad a un « contratado temporal dentro de un plan de empleo joven». La culpa, como hacen los miserables, siempre se echa al que no se puede defender. Por cierto, tanto en la versión castellana como en la valenciana, la Palmera de San Ramón se lanzó el jueves, 31 de agosto, día que no existe en el calendario (el día 31 de agosto cayó en viernes este año).

El segundo ejemplo que traigo a colación, se refiere al cariz que están tomando últimamente, tanto en el fondo como en la forma, las declaraciones públicas que realiza la concejal de Educación del Ayuntamiento de Elche, que es además portavoz del equipo de gobierno que dirige el Consistorio y, dizque, la ciudad.

Parece ser que, con ocasión del comienzo de curso, del de verdad, de los colegios e institutos, no de lo que han venido a llamar «el inicio de curso político», los partidos de la oposición municipal, PP, Ciudadanos e Ilicitanos por Elche, han criticado que, a pesar de las reiteradas promesas formuladas por la propia señora Maciá y por el señor alcalde, los barracones que aún persisten en algunos colegios e institutos de Elche seguirán ahí ad calendas grecas. Vamos, hasta el día del juicio final o hasta que la rana críe pelos, que diría el castizo.

No seré yo quien critique la gestión de la edil de Educación. Yo también ocupé en el pasado esa misma responsabilidad y reconozco lo complicado de la tarea. Recuerdo, por ejemplo, lo arduo que resultó eliminar los barracones del CEIP Rodolfo Tomás Samper, de l'Altet.

Lo que no me parece de recibo es que, ante la exposición de la evidencia de que, transcurridos ya más de tres años de mandato, no sólo no haya desaparecido un solo barracón de los colegios de Elche, sino que se haya instalado uno más, la responsable del área, en vez de explicarse, cargue contra los partidos de la oposición, con expresiones tan poco afortunadas como que « no tienen vergüenza», « que se relajen» o « que dejen de decir tonterías».

Señora Maciá, creo que su formación académica incluye un grado en Periodismo. Seguro que sabrá usted comunicar su acción política utilizando un lenguaje más acorde con lo que se espera de la portavoz del Gobierno de una ciudad tan importante como Elche.