Una de las casillas más terribles del popular juego de la oca era la de la calavera. Se hallaba muy cerca de la meta del juego y si tenías la mala suerte de que los dados condujeran a tu ficha a aquella casilla eras castigado con volver al inicio del juego. Así, debías recorrer todo el camino otra vez, obviamente mientras tus rivales en el juego continuaban su imparable carrera hacia la victoria.

Es posible que el conseller de Educación del Botànic, Vicent Marzà, se siente como recién caído en la casilla de la calavera. Marzà inicia este mes, previsiblemente, su último curso como responsable máximo de la educación en la Comunidad Valenciana y tras sufrir todo tipo de reveses tanto judiciales, sindicales y de gestión pura y dura, imagino que se habrá dado cuenta de lo diferente que es criticar un modelo educativo que implementar y gestionar uno propio.

También habrá observado que la sociedad valenciana no ha asumido dócilmente su modelo de inmersión lingüística, entre otras cosas, porque más que un decreto, era un insulto a la inteligencia, al posibilitar que los estudiantes que eligieran la línea en valenciano-catalán obtuviesen un nivel de reconocimiento del inglés más alto que los que eligiesen la línea castellana. Parece que sólo él veía las interminables relaciones entre el valenciano y los versos originales de Shakespeare de tal forma que se facilitaba ese aprendizaje en paralelo.

Tampoco ha podido dar una solución al problema de los profesores interinos e incluso ha sido incapaz de cumplir algunas de las propuestas de asignación de plazas que al parecer había realizado. Su propuesta de jornada continua, pero con horario cubierto con actividades extraescolares gratuitas, se ha dado de bruces con el famoso eslogan de «muchacho, en este mundo nada es gratis».

Algo doloroso habrá sido para él tener que recurrir al uso de barracones en los colegios cuando sus mensajes habían unido siempre ese uso a las malas políticas del Partido Popular. Es llamativo ver a miembros de su equipo defender los barracones con el mismo desparpajo que lo hacían sus antecesores.

Su inexplicable y sectaria lucha contra la concertada le ha supuesto también una serie de reveses notables, cuando desde los juzgados le han obligado a admitir alguna de las aulas que había suprimido en más de un colegio.

El último giro brutal ha sido su posición con respecto a la religión en la escuela pública. Dado el posicionamiento ideológico del Botànic, era esperable que el conseller hubiese iniciado un proceso de reducir esa presencia religiosa en los colegios públicos. ¡Pero no!, ha preferido incorporar más religiones, islámica y evangelista, a la oferta educativa de algunos colegios de la Comunidad.

A nivel universidades, no se ha introducido ningún cambio o propuesta de mejora, aunque visto el éxito de las propuestas del Botànic en Primaria y Secundaria a veces te hace pensar que es preferible esperar tiempos y equipos de gestión mejores.

Da cierta lástima escuchar al ex rector Andrés Pedreño o a la ingeniera Nuria Oliver sobre propuestas de incorporar aspectos tecnológicos en la formación de nuestros jóvenes mientras compruebas que los dirigentes educativos del Botànic se encuentran en la casilla de salida tras tres años de incomprensible gestión que en vez de aportar mejoras, ha conseguido enfrentar a todos los actores implicados en el proceso educativo.

La Comunidad Valenciana vuelve a la casilla de salida, pero mientras tanto, en otros lugares avanzan con programas educativos especiales para favorecer la excelencia y contra el fracaso escolar.

Es curioso que la gestión del Consell en educación es el mayor handicap que tiene para renovar su mandato, por eso han intentado como esconder al conseller en los últimos tiempos, pero vistas algunas declaraciones solo nos queda una certeza, que cuando la ficha vuelva a continuar en su avance en el juego, el Botànic seguirá apostando con la prioridad de aplicar un modelo de inmersión lingüística al estilo catalán que ningunea al castellano.

Y esto genera un doble problema, por un lado perdemos esa formación en una de las lenguas más habladas en el mundo y por otro lado se pierde la posibilidad de centrarnos en la aplicación de nuevos modelos educativos más allá de las lenguas, que permitan a nuestras futuras generaciones no solo competir en igualdad de condiciones, sino a ser posible, en mejores condiciones.