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Ramón Pérez

Como decíamos ayer

Ramón Pérez

La novia del pueblo

Una francesa de pelo corto con aires a Amélie. Una prima lejana de otra prima... El resto asentíamos, entre fascinación, incredulidad y ganas de no reprobarle

En mi pandilla de adolescentes había un amigo que cuando volvíamos en septiembre al instituto siempre fanfarroneaba de sus conquistas veraniegas. Era un clásico del verano, como el Grand Prix de Ramón García o el álbum de cromos de la Liga. Una surfera rubia con collar de caracolas en el cuello dos años mayor. Una francesa de pelo corto con aires a Amélie. Una prima lejana de otra prima... El resto asentíamos, entre fascinación, incredulidad y ganas de no reprobarle. Cada verano traía a clase moreno y currículum a lo Marc Ostarcevic. Encadenaba éxito tras éxito en la más absoluta soledad. Como cuando haces algo digno de récord Guinness a solas y sabes que nadie se lo creerá si se lo cuentas. Después, en el tumulto del curso escolar, cambiaba radicalemente de rol. Ya no cautivaba a lo Bertín Osborne, más bien piropeaba a lo Arévalo. Era imposible verlo ligar. Ya no triunfaba en los pasillos cuando los amigos, emocionados, hacíamos apuestas como si fuéramos granjeros de Newcastle al calor de una pinta. Algo así le pasaba históricamente al Hércules, que fallaba estrepitosamente en las grandes citas. Aquéllas en las que los renegados volvían al Rico Pérez al escuchar que el equipo vuelve a ilusionar, que gana y que convence. Que este año es otra cosa. Pero no había manera. Ocasión que se presentaba con las gradas repletas, ocasión que el Hércules pinchaba. Los renegados no regresaban más: «No nos la coláis más, esto es lo de siempre». Como el que tenía una novia en el pueblo. Como mi amigo de instituto. Fábulas que se derrumban si no se ven. Hasta ayer, cuando el Hércules ganó con más oficio que suficiencia al Espanyol B, ante un público que acude cada vez más en masa desafiando incluso a los cambios meteorológicos del fin de semana. Primero sol abrasador, luego lluvia exterminadora. Este inicio arrollador del Hércules (tres victorias en tres partidos) es algo de otra época, concretamente de 1999, la última vez que el Hércules hizo tal gesta. Un verano donde los «troncos locos» copaban prime time en TVE y en el que mi colega aún presumía. Este Hércules se ha hecho mayor. Mi amigo también.

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