Según una teoría popular, un grupo numeroso que hoy día vive en Torrevieja descienden de los naturales de la isla de Tabarka, atrás de soberanía española que, tras ser apresados y conducidos a Argel, fueron rescatados de su cautiverio, en 1763, por Carlos III, siendo conducidos a la península, entrando primero en Cartagena y luego acogidos en Alicante. Posteriormente se les concedió establecerse en isla alicantina de San Pablo o Isla Plana, que a partir de entonces pasó a llamarse Nueva Tabarca, pasando algunos a Torrevieja en un tiempo en que empezaba a poblarse, construyéndose la población, la iglesia y las defensas. Se trataba, en parte, de que al estar poblada y fortificada no pudiesen atracar y descansar allí los corsarios berberiscos, lo cierto es que el asentamiento no satisfizo las expectativas de todos sus nuevos moradores, por lo que fueron muchos lo que progresivamente fueron abandonándola.

Algunos todavía piensan que un grupo numeroso se trasladó a Torrevieja y fundaron la nueva población. Así lo creyó el escritor torrevejense Luis Cánovas Martínez, y así lo cantaría a Francisco Figueras Pacheco, cronista oficial de Alicante, autor de una obra sobre el tema: «La isla de San Pablo o Nueva Tabarca y sus pobladores». El asunto llegó más lejos. Figueras Pacheco estaba en relación con un historiador italiano, Enrico Maurandi, natural de Carloforte (Isla San Pietro Cerdeña), lugar fundado en 1738 con genoveses oriundos también de la Tabarka africana, rescatados así mismo del peligro berberisco. Este un error histórico hace varios años que fue corregido y desvelado por los historiadores Blanco, Galánt y Sala, en su trabajo «Formación y crecimiento de Torrevieja (1789-1825)», intentando salvar ese traspié que otros perpetúan e insisten sin aval alguno de investigación documental archivística de ningún tipo, simplemente llevados por una intuición y transmisión errónea de los hechos, como se demuestra en los trabajos posteriores de Antonio Rebabliato, Ángel Mínguez, etc.

Blanco, Galánt y Sala, pudimos consultar una carta que dirige Maurandi a Figueras Pacheco en 1924. En ella cuenta la historia de Carloforte y hace una relación de apellidos de los pioneros de la población, al parecer coincidentes muchos de ellos con los pobladores de Nueva Tabarca: Japopino (Chacopino), Pittaluga, Pomatam Parodi, Castelli, Russo, Macerano (Manzanaro),? Bien es cierto que algunos (Parodi o Russo) son tan usuales en Italia como los Pérez o García en España.

Se inflama y emociona Maruandi pensando que hay dos poblaciones hermanas de la suya en España, aunque se extraña un poco del desconocimiento mutuo: «altro rielevo è quello che tanto gli abianti di Nueva Tabarca quando quelli de Torrevechia ignorino, pure sapendo di essere d'origine tabarchina, l'esistenza della colonia tabarchina di Carloforte» («otro aspecto es que tanto los habitantes de Nueva Tabarca como los de Torrevieja ignoren, aún sabiendo su origen tabarquino, la existencia de la colonia tabarquina de Carloforte»). No obstante, le dice Figueras Pacheco que proponga a Cánovas el estudio de los archivos torrevejenses para confirmar la relación, pues «hanno il diritto ed il dovere de conoscersi e di amarsi, como discendenti dallo stesso ceppo italiano, stabilendo fra noi relazioni, più che di amicizia, di vera fratellanza» («tienen el derecho y el deber de conocerse y amarse, como descendientes de la misma estirpe italiana, estableciendo entre nosotros relaciones, más que de amistad, de auténtica hermandad»).

La hipótesis tabarquina quedaba así casi sancionada por dos historiadores. Sin embargo, el testigo pasado por Francisco Figueras y Enrico Maurandi a nuestro paisano Luis Cánovas, quizá más interesado en la fantasía literaria que en la historia, lo recogimos noso tros -Javier Blanco, Mariano Galánt y Francisco Sala- muchos años después acudiendo a los archivos y deshaciendo el error. Tal es así que, entre los primeros pobladores de Torrevieja, sólo encontramos una familia oriunda de la Tabarka africana: los Montecarino-Pitaluga, cautivos en Túnez y llegados antes de 1789. Posteriormente llegaron dos tabarquinos más Cipriano Cerecetto Pitaluga y Francisco Pomata, estos ya nacidos en España.

Los genoveses se establecen en Torrevieja mucho después de que este lugar se poblase. Por la fecha de casamiento o partida de bautismo del primer hijo hemos comprobado que aparecen en bloque alrededor de 1810-11, aunque hay uno que los precede en 1805. Para zanjar de principio la posibilidad del origen tabarquino, hemos de indicar que en las actas matrimoniales de la mayoría aparece la parroquia de Génova donde nacieron y a continuación se indica «vecino de la Plaza de Gibraltar». De aquellos primeros genoveses afincados en Torrevieja aún perduran los apellidos Moreno, Boracino, Mora, Carcaño, Schiappaprietta, Fortipiano, Tuso y Blanco; habiendo desaparecido otros muchos como Coludrowich, Olivari, Poggi, Tinola, Asereto, Guillione, Rossiano, Carrosino, Sacaluga, Bossio, Gaybiso, Maffei, Codino, Pomata, Landone, Bernardi, Yrardo, Bene, Reverdizo, Anguila, Baileno, Criletich, Scotto, también Parodi (el genovés Juan Bautista Parodi murió, en 1811, en la epidemia de fiebre amarilla, estando su mujer embarazada y dando a luz a una niña que no transmitió el apellido de su padre.

La importancia numérica no es muy grande, pues apenas constituyen el 5% de las familias reconstruidas (1789-1825), pero si representan un cambio en la orientación de la economía torrevejense, vinculándose preferentemente sus profesiones con el sector marinero y comerciante. La mayoría de ellos, aunque no todos, se casan con mujeres pertenecientes a familias de patrones y marineros de Torrevieja (tan sólo dos llegan casados). Los factores para su asentamiento fueron el atractivo comercial, con la creación de la Aduana (1806) y la habilitación del puerto (1810) y la situación bélica en Europa, ocupada por las tropas francesas, entre otros. La rama familiar de los actuales Parodi se asienta en Torrevieja a mediados del siglo XIX, al igual que pasa con otras estirpes tabarquinas: Chacopino, Ruso y Manzanaro.