«Nos habéis enseñado a programar máquinas, pero paso la mayoría de mi tiempo gestionando personas», algo así le dije a uno de mis profesores de la Politécnica de Valencia. Habían pasado unos años desde que finalizara mis estudios y yo llevaba trabajando algún tiempo en una consultora multinacional, puesto de trabajo que conocí precisamente gracias a dicho profesor. En aquel café, mi profesor me preguntó sobre si lo que habíamos estudiado en la titulación de Ingeniería Informática (en aquellos tiempos Licenciatura) me había servido para esos primeros años en la «vida real». Le respondí que desafortunadamente pasaron pocos minutos antes de que me diera cuenta de lo mucho que había estudiado, pero también de lo poco que sabía y lo mucho que me quedaba por aprender, pero que afortunadamente, una vez superadas las pruebas variadas y duras que tenemos en los estudios de Ingeniería, te ves capacitado para aprender casi cualquier cosa acerca de la tecnología, ordenadores y cualquier cacharro nuevo que aparezca. No obstante lo que sí que le añadí, es que quizá eché en falta en aquellos años universitarios, más información de lo que supone el trabajo en equipo y la siempre difícil gestión de los recursos humanos. Durante la carrera nos podíamos sentir cómodos como si fuésemos unos francotiradores con nuestro ordenador, éste siempre estaba disponible, nunca se quejaba y además, si ejecutabas el mismo programa siempre te daba el mismo resultado. Teníamos prácticas en grupo, algunas de ellas motivadas por la falta de ordenadores, pero en la mayoría de ocasiones, las prácticas en grupo se convertían en un reparto del tipo «tú haces la práctica en equipo de Inteligencia Artificial y yo haré la de Sistemas Operativos».

Al asumir cierta responsabilidad en la empresa, el ordenador dejaba de cobrar cierto protagonismo para ser especialmente importante la gestión de equipos de trabajo y de los recursos humanos. Ya no ocurre lo mismo que con el ordenador, cada persona es diferente, e incluso la misma persona en momentos distintos no actúa de la misma forma.

Así, cada vez es más valorado, no sólo el buen técnico, sino además el que tiene empatía con el cliente y es capaz de liderar un equipo de trabajo de técnicos en los momentos actuales. Me comentaba recientemente un responsable de una multinacional implantada en Alicante, que, dada la demanda actual, les costaba encontrar cada vez más personal en el sector de las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación), pero que era más complicado que ese personal tan técnico diese el paso adelante para liderar a un grupo de compañeros en el desarrollo de un proyecto.

No es sencillo, ya que el mercado en el mundo de las TIC ha cambiado. Un trabajador con experiencia no es tan fácilmente recuperable como hace unos años, y el estilo de mando es fundamental para no solo aumentar la productividad de los empleados sino que además permite incrementar los vínculos con la empresa.

Yo me integré en un mundo laboral en un momento en el que el ordeno y mando funcionaba como modelo de referencia, algo que generaba cierta desmotivación, solo compensada con unas promesas de subidas importantes de sueldo al final de cada ejercicio. En ocasiones parecías un número que solo era importante por la diferencia entre tu sueldo, las horas que facturabas a los clientes y las que debías haber facturado. Además se fomentaba cierta competitividad entre compañeros que en ocasiones podía resultar algo tóxica. Curiosamente, a pesar de todo aprendí mucho de toda aquella experiencia, la mayoría de las veces de los errores que cometías siguiendo a rajatabla aquel modelo.

Pero en poco tiempo todo ha cambiado. La gestión de los recursos humanos se ha convertido en algo fundamental en el área de las TIC, entre otras cosas porque la mayor parte del coste de un proyecto proviene de los recursos humanos que lo integra. Y en esta gestión de recursos humanos influye el ambiente de trabajo, la integración en el proyecto y en esa relación jefe-empleado o líder-empleado. Las nuevas metodologías ya hablan de equipos auto-organizados y motivados, y el líder debe ser capaz de gestionar esto con las presiones que puede recibir de sus superiores sobre los costes del proyecto y las fechas de entrega. Presiones que a muchos les harán preferir siguiendo ser un francotirador que un Braveheart al uso.

Por este tipos de cosas y por la responsabilidad que seguro tendrán nuestros futuros egresados, nos toca en la Universidad enseñar no sólo a ser buenos técnicos, sino a saber trabajar en equipo e incluso a liderar pequeños equipos de compañeros. Los futuros egresados si no pueden adquirir completamente ese tipo de habilidades durante su carrera , al menos deberíamos conseguir que fueran conscientes de la importancia que tienen.