Cuando don Miguel hizo esta afirmación no era solamente una frase, era un sentimiento y eso que no conocía las decisiones actuales del Gobierno de España que son algo así como la «Yenka» (debo de ser muy mayor al recurrir al símil de dicho baile de los 70), y así hace poco nos enteramos de que por fin y después de las presiones de todo tipo, Moncloa ha decidido rectificar (vocablo que se desconoce por algunos políticos) y el Gobierno se hará cargo de la defensa en Bélgica de la inaudita y manipulada demanda civil presentada por el golpista Puigdemont y otros huidos, frente al magistrado Pablo Llanera, y que por cierto no va dirigida contra el juez, sino que es un ataque directo a la soberanía del Estado español con frases como «en España es un lugar donde se persigue a las minorías por su ideología nacionalista y sus simpatizantes sufren violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos». Sin comentarios.

Desde el colegio, había actitudes que me daban vergüenza ajena, pero hoy, desde mi madurez me abochorna y en casos me «cabrean» (nada que ver con el pastor de cabras sino como enfado), hasta el punto de que como español, me ofenden, porque actualmente con el «buenismo» nadie defiende esos intereses colectivos y como humilde jurista no entiendo la utilización excesiva de la figura legislativa del Decreto-Ley para temas de corte populista, como la exhumación del dictador Francisco Franco, que por cierto igual que el actual presidente de Gobierno nadie lo eligió en las urnas.

Si el artículo 86 de nuestra Constitución (ignoro si Kazajistán tiene algo parecido a una Constitución democrática) dice con absoluta nitidez «En caso de extraordinaria y urgente necesidad, el Gobierno podrá dictar disposiciones legislativas provisionales que tomarán la forma de Decreto-Ley» y digo, que no sé si después de 42 años que el dictador fue enterrado en el Valle de los Caídos (por cierto que en la actualidad recibe más visitas que en toda su existencia) tiene hoy extraordinaria y urgente necesidad llevar a cabo esa medida a base de Decreto-Ley, ya que si abrimos ese melón no hablamos de otra cosa y me recuerda aquello que «pan y circo» la antigua Roma. Seamos más serios, y dentro de un orden, con tranquilidad, y con consenso de todas las partes implicadas (familia, iglesia, partidos políticos, etcétera.) acuerden llevar los restos del dictador donde quieran, y no creo sinceramente que sea actualmente cuestión de Estado.

En fin, que sepa el golpista Puigdemont que aquí solo se persigue y se aplica el Código Penal a aquellos que hayan delinquido, es decir los llamados vulgarmente delincuentes, bien sean políticos, chorizos, violadores, etc. y nunca por su ideología, y así el espectáculo que se está dando desde Waterloo me da vergüenza pero más me indigna, y repito, la actitud del Gobierno actual y de su presidente con sus golpes de efecto continuados.

Y termino con una frase cuyo autor no puedo recordar: «No existe mayor poder que no ejercerlo ya que pocas ideas de libertad sobreviven a comer caliente y muchos que conocemos hipotecan esa libertad para comer caliente todos los días».