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las vueltas que puede dar el bombo

Que Simon Casas se ha apuntado un tanto a su favor con la idea del sorteo para la próxima feria de San Isidro es algo que ya nadie puede dudar. Entre unos cuantos abusos y otras cuantas meteduras de pata, el francés, autoproclamado «productor» de espectáculos taurinos, junto a su equipo sin duda ha parido unas cuantas ideas interesantes para la tauromaquia del siglo XXI. Al famoso bombo que expulsará mañana lunes las combinaciones de toros y toreros de la última feria venteña, de Casas hay que recordar las alternativas vendidas a bombo y platillo en su plaza de Nimes, los desafíos ganaderos programados en Valencia y Madrid, los festejos internacionales con amplio abanico de toreros de todas las latitudes, la «grada joven», originales campañas publicitarias, el enriquecimiento del previo y epílogo de los festejos en las inmediaciones de los cosos taurinos que regenta... Una muestra interesante, en fin, de cómo se pueden aportar y llevar a cabo ideas que sumen enteros a una manifestación cultural secular.

Pero con el bombo otoñal, todo hay que decirlo, Simon ha demostrado una inteligente manera no solo de desembarazarse de las críticas por no llevar figuras al serial madrileño, sino que ha contentado también a los sectores más críticos con la posibilidad de que, al menos por una feria, las etiquetas de «torismo» y «torerismo» puedan ser olvidadas. Los hierros a lidiar ya se conocían: Fuente Ymbro, Victoriano del Río, Adolfo Martín y Puerto de San Lorenzo. De casi todo un poco. Y entre los espadas, se ha sabido ya la nómina definitiva: Paco Ureña, Fortes, Román, Octavio Chacón, Ginés Marín, E milio de Justo, Álvaro Lorenzo, Diego Urdiales, David Mora y Luis David Adame. Salvo estos dos últimos, se conjugan nombres con proyección más que justificados junto a otros más veteranos del interés del público madrileño. Se echa en falta entre los modestos, eso sí, a ese Juan Ortega que cortó una oreja el 15 de agosto en esa misma plaza y dejó aromas de torero caro. Pero no tiene padrinos.

Y para rematar el listado, el golpe de efecto de Alejandro Talavante. Dos tarde. Era justo lo que necesitaba: uno de los primeros nombres del escalafón. Es una bala envenenada, ciertamente. El torero extremeño, que hasta el mes de junio pasado jugó dentro de los empresarios/apoderados del tan manido «sistema» (o sea, los Matilla, Lozano, Chopera, la FIT, el propio Casas...), en llegando el estío rompió con su mentor Toño Matilla porque quería cobrar más, después de su triunfo en Madrid. Ante este hecho, la temporada veraniega de Alejandro se ha visto seriamente reducida, a pesar de triunfos notables. Se ha hablado de veto por parte de los grandes empresarios, y esta doble comparecencia otoñal se presenta como una apuesta para reventar la banca. A Simon Casas, sin embargo, le vale todo. De momento, mete uno de los grandes nombres del escalafón, que si triunfa, la dará réditos como empresario de Madrid, y si fracasa, allá él.

Jugada maestra del galo, sí, señor. Una pena esa falta de transparencia en los honorarios de los toreros, que tantas bocas haría callar. Lo que ha quedado meridianamente claro es que los nombres punteros no quieren este juego de bombos. Los Juli, Manzanares, Castella, Roca Rey, Ponce, Perera... no han entrado al trapo. Eso de no llevarlo todo atado y bien atado, sobre todo en lo ganadero, no parece que les vaya mucho. Y quedará por ver también la estela que deja todo esto del sorteo de carteles. Si no funciona, los del mencionado «sistema» brindarán con champán o caviar su intocable negocio de intercambio de cromos. Pero, ¿y si la cosa resulta un éxito? ¿No habrá abierto Simon Casas una caja de Pandora difícil de cerrar? ¿O habrá sido un «efecto gaseosa», de trepidante comienzo y soso desenlace? A lo peor, todo cambia para no cambiar nada.

En fin, señores: la tauromaquia del siglo XXI y sus avatares. A pocas horas de que se cumplan 71 años de la tragedia de Manolete en Linares. Manuel Rodríguez Sánchez, icono del toreo de todos los tiempos. A quien no le hacía falta bombo, que ya se las veía con todos los hierros ganaderos, porque entonces estaba muy claro qué era ser figura del toreo y cuál era la grandeza de la tauromaquia.

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