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Fútbol es fútbol

Un asno, una criatura y un escorpión

En su maravillosa novela "Frankenstein", Mary Shelley hace que la criatura (mejor que "monstruo") obra de Víctor Frankenstein cite la fábula de Esopo en la que un asno, celoso del afecto que su dueño siente por un perro, intenta llamar su atención comportándose como lo hace el perro. Pero un asno no es un perro, así que cuando el pobre asno se abalanza sobre su amo, todos se asustan y le atacan porque lo que se espera de un perro no es lo que se espera de un asno y, del mismo modo, un asno no puede esperar que su amo se comporte con él como se comporta con un perro. La criatura de Frankenstein también se esfuerza, como el asno, en recibir de los hombres el mismo afecto que veía en otros, pero sólo obtiene a cambio odio y rechazo. Por eso la criatura se vuelve violenta. Su esfuerzo para agradar y sentirse querida no tiene más recompensa que la incomprensión. ¿Me odiáis? Bien, pues yo también os odio. El asno de Esopo y la criatura de Frankenstein recuerdan a Marcelo, a Ter Stegen y a esos futbolistas que no hacen lo que se espera de ellos y, por eso, a veces son castigados con el desprecio de los futboleros. Marcelo es uno de esos defensas que, como el asno de Esopo, envidian el cariño de los aficionados muestran por los delanteros, los tipos que cierran las jugadas y salen en todas las fotos. Por eso Marcelo se lanza tantas veces al ataque imitando a los delanteros, consiguiendo que los aficionados se echen las manos a la cabeza cuando ven los enormes agujeros que deja a su espalda. "¿Por qué una incursión mía hasta el área rival no recibe los mismos mimos y aplausos que una incursión de Benzema o Bale?", se preguntará Marcelo. Y la respuesta es que un asno no es lo mismo que un perro, así que cuando un perro (un delantero) baja hasta su área para defender un ataque del equipo rival todos le aplauden y miman (aunque lo haga mal), pero cuando un defensa (un asno) ataca la potería contraria, sólo encuentra murmullos, suspicacia y, si todo sale bien, tímidos aplausos. Ter Stegen, como la criatura de Frankenstein, quiere ser tan amado como Messi, y por eso el portero alemán da pases con mucho riesgo e incluso se atreve con el regate cuando un delantero le acosa en el área. Si el pase o el regate salen bien, la afición se lo premiará con unos aplausos que tienen ese tono que indica: "Vale, pero por favor no lo repitas". Si el pase o el regate salen mal, Ter Stegen será señalado como los lugareños señalaban a la criatura de Frankenstein. Los futbolistas suelen enfadarse cuando son sustituidos, cuando no reciben el balón y creen que la jugada merecía su intervención, cuando se despeinan o cuando reciben un caño (los motivos por los que el "caño" es considerado tan humillante necesitan un estudio profundo), pero sobre todo los futbolistas se enfadan cuando no reciben el mismo trato que otros cuando hacen lo mismo. El asno de Esopo se abalanza sobre su amo y obtiene miedo y violencia. La criatura de Frankenstein se esfuerza por ser un hombre y todos le apartan y golpean. Los asnos futbolísticos que quieren recibir las mismas caricias que reciben los perros consiguen silbidos tras el primer fallo. Las criaturas futbolísticas que intentan hablar el mismo lenguaje que hablan los jugadores más admirados, aunque su garganta sea más ruda y su voz muy distinta, son castigadas con el desprecio de los aficionados porque el futbolero no suele entender que las criaturas nacidas para defender necesitan el mismo amor que reciben los goleadores. Pero hacen falta asnos que quieran ser algo más que asnos y criaturas de Frankenstein que no se limiten a gruñir. Necesitamos el "escorpión" de Higuita, aquél portero "loco" colombiano que estaba más tiempo fuera del área que en el área. Sobre todo si Higuita juega en el equipo contrario, claro.

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