na princesa, un elfo y un demonio entran en un bar. Con este descriptivo título arranca en Netflix el episodio piloto de (Des)encanto, la última creación televisiva de Matt Groening, padre de la mítica Los Simpsons y de la serie de culto Futurama. (Des)encanto es una parodia de las fantasías medievales, con princesas, brujas, demonios malvados, criaturas mágicas, dragones y luchas a espada. Casi podría decirse que es como una versión cómica de Juego de Tronos, como Futurama lo era de Star Trek. Aunque tienen su propia versión del Trono de Hierro, quienes acudan a ella pensando así quizá se decepcionen porque la serie va más allá de la fantasía épica de George R. Martin. Es todo un homenaje al cine clásico de aventuras, los cuentos de Walt Disney y la imaginación de Ray Harryhausen espolvoreado con unas gotitas de Tolkien. Como en toda serie de Groening, están garantizados los homenajes a títulos clásicos del séptimo arte (de Buster Keaton a Indiana Jones) y cameos de elementos de otras de sus series. Además de una peluca de Fry, he visto a un señor Burns momificado.

Los seguidores de Groening ya conocemos su vena friki y, en su nuevo título, se le pone por delante todo un género nuevo para explorar. La gran duda antes del estreno era si la serie estaría a la altura de sus predecesoras. Algunos de los fans más recalcitrantes ya se lanzaron a ponerle la cruz y rasgarse las vestiduras tras el visionado de los dos primeros capítulos. Es cierto que la serie arranca con el piloto automático puesto, limitándose a presentar a los personajes principales de una manera casi rutinaria y unos sketchs previsibles para quien ya ha disfrutado de las dos series anteriores. Pero va mejorando a medida que avanza. Una de las de este maestro de la animación son sus personajes secundarios. Conforme vamos devorando nuevos episodios, el reparto va creciendo, nos encariñamos con los protagonistas y la historia se va haciendo más grande. En definitiva, no llega a la altura de sus predecesoras, pero promete poder convertirse en una nueva Futurama

Se acabaron los capítulos autoconclusivos de Los Simpsons. Diez episodios que se ven en poco menos de cinco horas para maratonear durante un fin de semana. Matt Groening se rinde a la serialización, terminando la primera temporada con un cliffhanger y una escena postcréditos que nos indican por dónde puede venir la solución el año que viene. La duda es ¿tendremos que esperar todo un año para ver cómo continúa la historia? Ya hay una segunda temporada programada (que previsiblemente veremos en agosto de 2019). Tampoco se sabe aún si la serie tendrá más continuidad más allá de estos nuevos episodios o no. No hay que olvidar que Los Simpsons ya llevan 30 años en antena en la Fox y su creador podría querer darles un respiropara centrarse en proyectos nuevos como este. Pero, por lo pronto, Disney no está por la labor de renunciar a semejante caramelo después del dinero que soltó para comprar la cadena. La política de fichajes a golpe de talonario que están haciendo las grandes plataformas norteamericanas serán decisivas para la continuidad de (Des)encanto más allá de la tercera temporada.

El creador de la serie rival de Los Simpsons en Fox recibió también el año pasado el encargo de hacer otra parodiando el género de la ciencia ficción. Hablo de Seth Mac Farlane, el creador de Padre de Familia. Este ya dio una buena muestra de su vena friki con los especiales de Padre de Familia dedicados a Star Wars. Con esos antecedentes, la Fox le encargó una serie parodia de otro título mítico para los seguidores de las sagas galácticas, Star Trek. ¿Quién dijo que ser fan de ambas es incompatible? Sólo que esta vez no iba a ser de animación, sino de imagen real; y con el propio Mac Farlane de protagonista, en el papel de capitán de la nave.

En The Orville, cuya segunda temporada se estrenará el mes que viene, tenemos la oportunidad de seguir a los tripulantes de una nave estelar a los que les va la juerga, atiborrarse de cerveza, tomar pasteles de marihuana y aparearse con especies alienígenas. No sé si para algunos esto es un problema o una ventaja, pero lo que le ocurre a The Orville es que respeta tanto el material al que pretende parodiar que, al final, se convierte una serie puramente trekie. Con una dosis mayor de cachondeo, eso sí. Entre el equipo de directores hay figuras muy estrechamente vinculadas a Star Trek, como Jonathan Frakes o Brannon Braga, dos figuras clave en el renacimiento de la franquicia durante esa década. La fidelidad es tal que algunos de los fans que reprochan a Discovery el haberse apartado del espíritu de la serie y llegan a consideran a The Orville como el verdadero sucesor televisivo trekie. Como le pasa a (Des)encanto, The Orville se convierte en un homenaje, para bien o para mal, a los títulos que pretende parodiar, pasando a ser otra serie más de sus respectivos géneros.