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Joaquín Rábago

¿Una solución radical para Israel y los palestinos?

El gobierno de Benjamin Netanyahu ha dado la espalda a la idea de los dos Estados y pretende en cambio la total anexión de Cisjordania, afirma el filósofo israelí Omri Boehm.

Para este profesor de la New School of Social Research neoyorquina, no hay que seguir haciéndose ilusiones y conviene encarar la realidad (1).

Y la realidad es, según él, que Cisjordania está sometida a un claro régimen de apartheid sin rostro humano mientras que los palestinos de Gaza llevan tiempo tratados como seres «superfluos».

El «sionismo liberal», como él lo llama, que aspira a la coexistencia de dos Estados está «muerto», y la decisión del presidente Donald Trump de trasladar la embajada de EEUU a Jerusalén sólo aporta claridad.

El sionismo liberal se ha basado desde el principio, según Boehm, en la consideración de Israel como el «hogar» de los judíos y no como el Estado de todos sus ciudadanos y por eso «tenía poco de liberal».

Según el último censo de la oficina israelí de estadísticas, la población del Estado judío es de 8,84 millones de personas, de las que un 74,5 por ciento son judíos y sólo el 20,9 por ciento, árabes.

Esas cifras incluyen a los 700.000 judíos que viven en Cisjordania, territorio que en los mapas oficiales forman parte integrante de Israel ya que en ellos han desaparecido las fronteras establecidas en 1967.

Pero las estadísticas dejan fuera a los cerca de tres millones de palestinos que viven, sin embargo, dentro de esas fronteras, lo que significa que «los datos oficiales no tienen nada que ver con la realidad».

Y ésta es que en todo el territorio viven no 8,84 millones sino 11,84 millones de personas, de las que cerca del 55 por ciento son judíos y un 45 por ciento árabes.

Si se incluye a Gaza, donde viven 1,8 millones de palestinos, existe ya una clara mayoría árabe entre el Jordán y el Mediterráneo.

Hay que tener en cuenta, por otro lado, que la legislación israelí no permite el voto in absentia: para poder votar, los ciudadanos tienen que estar empadronados en Israel y ejercer además ese derecho allí.

La dirección oficial de los colonos judíos establecidos en Cisjordania es la del lugar donde viven y donde pueden por tanto votar, lo que significa que más que de ocupación militar hay que hablar de que existe ya un claro régimen de apartheid.

La inclinación sionista a considerar Israel «patria de los judíos» no puede separarse, afirma Boehm, de la convicción de que Israel «tiene derecho a expulsar o a someter por la violencia a cuantos no forman parte de la familia (judía)».

Y va siendo hora, agrega, de que intelectuales como David Grossmann, para quien «mientras los palestinos no tengan su propio hogar, no podrán tenerlo tampoco los judíos», se imaginen la posibilidad de transformar Israel de un «hogar judío» en una «república».

En lugar de dos Estados soberanos e independientes, Boehm propone una alternativa binacional: habría dos Estados, cada uno podría legislar incluso sobre temas de inmigración, pero a los ciudadanos de uno y otro se les permitiría vivir, trabajar y viajar en el territorio común.

Podrían acordarse entre ambos permisos de residencia para que los ciudadanos de uno de los dos Estados pudiesen residir en el otro.

De esa forma se permitiría a la mayoría de los colonos judíos seguir donde viven actualmente mientras que los palestinos podrían ejercer ciertos «derechos asimilables al de regreso a los hogares» de los que fueron expulsados.

Instituciones comunes como un tribunal superior de apelaciones y una constitución también común garantizarían la observancia por ambos Estados de los acuerdos alcanzados y el respeto de los derechos humanos, económicos y nacionales.

De momento, reconoce Boehm, todo esto es sólo «un sueño», pero un sueño «más próximo a la realidad que la ilusión de que Israel va a aceptar la evacuación de cientos de miles de colonos y más honesto que la idea de que puede haber un 'apartheid de rostro humano'»

(1) Artículo publicado en el semanario alemán « Die Zeit»

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