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Hasta siempre, sir Vidia

Hay una inteligencia india que nos enseña. No me refiero al hinduismo o al budismo, que podría. No; me refiero a una inteligencia más terrenal -aliada con una gran cultura- que, al enseñarnos sobre sí, también nos explica cómo somos los demás. Lo bien o mal que lo hicimos al establecer relaciones de poder con ellos y -lo más importante- cómo somos en nuestra decadencia y como han sido ellos a partir del colonialismo.

La potencia asiática no sólo es económica: está también en su ensayismo -que es vasto y complejo- y aquí hablamos de Naipaul -fallecido hace una semana y nacido en Trinidad-, al que acompañan el pre-nobel Salman Rushdie, y el joven -aunque, como todos, cada vez menos: ya está a punto de cumplir medio siglo- Pankaj Mishra. Y si he elegido a Rushdie y a Mishra como acompañantes de Naipaul -y no a Arundhati Roy o a Vikram Seth (otros dos que he leído)- es porque su visión de Occidente es la citada al principio. Más cercano a Naipaul, aunque crítico desde la amistad, Rushdie; más alejado -y a veces radicalmente opuesto-, Mishra, del que convendría leer -si quieren entender un poco más lo que está pasando a nuestro alrededor- De las ruinas de los imperios, subtitulado 'La rebelión contra Occidente y la metamorfosis de Asia'. Para que nada les pille desprevenidos, digo. Todos ellos, repito, tienen una idea de Occidente muy superior y distinta a la que cualquier occidental culto tenga de Asia. Y sin necesidad alguna de ser especialistas o el equivalente, quiero decir, de lo que aquí sería un sinólogo, por ejemplo.

Pero vayamos al novelista Naipaul que, por cierto, no estaría de acuerdo con muchos aspectos del libro de Mishra. V.S. Naipaul fue el escritor que hubiera querido ser su padre -trasunto del periodista Mr. Biswass en su novela más conocida, Un casa para el señor Biswass-; fue un indio en el Caribe y lo fue en Inglaterra, convirtiéndose en más británico que la mayoría de británicos. Y eso que pensó mejor que nadie el mundo originado en y tras los procesos coloniales: tal vez y precisamente por eso comparó el islamismo actual al colonialismo europeo del XIX. Pero también fue uno de los que pensó -desde cierta admiración racional, no deslumbrada- la sociedad que lo había acogido. Fue criticado por ello; lo fue por su inquietante y dislocada opinión de las mujeres -él, que siempre iba detrás de las más hermosas- y también por su geniudo -por no decir pésimo- humor, asociado en su caso a uno de los rostros de la lucidez. Naipaul fue uno de los hombres más lúcidos del siglo XX y la literatura fue el refugio y esplendor de esa lucidez. Amó la literatura europea como pocos pese a que su memoria no estaba escrita en ella y por eso él inventó una propia que creó escuela. En fin, no es que el Nobel le hiciera justicia, sino que él es uno de los que ha hecho justicia al Nobel. No siempre puede decirse lo mismo.

V.S. Naipaul fue un hombre que escribió sobre el islam y su crepúsculo en Pakistán, Malasia e Indonesia y que rastreó la civilización herida de La India, su cultura originaria. Un hombre moderno -es decir, desplazado- que ofreció una de las mejores interpretaciones literarias del ser humano surgido del colonialismo y el cruce de culturas (en eso se parecía a su ex-amigo Derek Walcott). Un hombre irónico en extremo, propenso a la soberbia y a una visión de las cosas regida por el fatalismo. Un hombre poseedor del Gran Estilo -así, con mayúsculas- y con un carácter complicado y difícil -desnudado hasta la crueldad por el malvado escritor de viajes Paul Theroux, que fue su discípulo y su secretario, en una biografía tan demoledora como excelente: La sombra de Naipaul-. Y un hombre que percibió, mejor que ningún otro, la imposibilidad del diálogo entre culturas y calendarios distintos. Nada -ni víctimas ni verdugos- se salva en su prosa y los papeles se alternan en una comedia de horror sordo que ha sido clave en el desarrollo de la novela india contemporánea. Quiero creer que la mejor parte de su espíritu continúa en la mejor parte de Salman Rushdie -si no han leido Joseph Anton, el libro de Rushdie sobre los años de la fatwa, háganlo: es apasionante- que esta semana dijo sentirse 'tan triste como si hubiera perdido a mi hermano mayor'. Pues eso.

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