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Desde mi terraza

Ferragosto

El 15 de agosto es un día festivo en muchos países europeos, especialmente los de tradición católica al conmemorarse la Asunción de la Virgen. En nuestra vecina Elche es su día más grande y en el que se representa esa maravilla sacro-dramática conocida como el Misteri d'Elx, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en el año 1991. Pero es Italia el país en el que la despoblación de las ciudades es casi total, muy especialmente en Roma, para acudir en masa a disfrutar de la playa y el campo; es el Ferragosto italiano, que he tenido ocasión de vivir en varias ocasiones. Mal Ferragosto este año al sufrir hace dos días el hundimiento del puente más famoso de Italia en la ciudad de Génova, que ha hecho olvidar momentáneamente la actitud poco humanitaria del Gobierno italiano al cerrar sus puertos a los barcos cargados de personas que se lanzaron al agua en débiles embarcaciones en busca de una vida mejor. Londres sufrió ayer la embestida de un supuesto coche terrorista contra el Parlamento británico; una población hermana valenciana ha sido víctima del mayor incendio del verano, que arrasó miles de hectáreas y destruyó numerosas viviendas?por no hablar de las catástrofes naturales sufridas en varios países asiáticos. Como ven, un mes de agosto accidentado y que no concede tregua para vivir tranquilos la época en que se supone sirve para recargar pilas ante un nuevo año laboral.

Mi ciudad, Alicante, sufre quizás el verano más caluroso y húmedo de los últimos años, hace dos días realicé un rápido viaje de una jornada a Madrid, y al bajar del tren cerca de las 12 de la noche me invadió una sensación de agobio que cubrió mi piel de minúsculas gotas de sudor: 29 grados y una humedad del 80%. Mi verano es muy urbano porque prefiero viajar cuando la masificación turística es mucho menor. Así que mi vida de «single» urbano transcurre como en cualquier época del año, con la frecuente visita al Mercado Central? y aquí debo detenerme. Quien haya debido introducirse en su planta baja, zona de pescado, verduras y fruta, habrá comprobado que es imposible detenerse mucho tiempo en los puestos por un calor asfixiante que tiene a los comerciantes al borde de la inanición, siendo muchos de ellos víctimas de lipotimias y de un comprensible y descomunal cabreo ante la actitud inmovilista, yo diría que muy negligente, de un Ayuntamiento que no ha reparado de inmediato el averiado aire acondicionado; por muchas razones técnicas que se arguyan la reparación debería haberse efectuado inmediatamente, moviendo lo que hubiera de moverse y abandonando sus vacaciones tanto el concejal de Mercados como el alcalde para solucionar una situación que tanto está afectando a comerciantes y usuarios. El caso es realmente tercermundista.

Y no tengo más remedio que seguir acusando a la maquinaria municipal de lenta y farragosa, esta vez en lo referido al Teatro Principal, que en estos momentos debería estar en plenas obras de reparaciones tal y como se anunció, y como consecuencia de la adquisición de un tercio de la propiedad por parte de la Generalitat, con esa inyección económica que permitiría abordar las obras. Pues nada de nada. El anterior Gobierno del consistorio dejó sin terminar las negociaciones, y el actual discrepa en cuanto a la valoración del histórico inmueble, que valora en 14 millones el edificio contra los 9 millones acordados en un principio. Y vuelta a empezar, lo que supone que en el mejor de los casos veremos la programación ya anunciada para el mes de septiembre con los andamios puestos o, en el peor, sufriendo las incomodidades de butacas desvencijadas y humedades que afean un edificio que fue totalmente restaurado en el año 1990; han pasado por lo tanto 28 años sin el adecuado mantenimiento, y el espectador y las compañías sufrirán las consecuencias de ese inmovilismo tan incomprensible. Tan incomprensible como que durante gran parte del verano se produzca una paralización casi total de las administraciones públicas, con el consiguiente retraso de cualquier iniciativa en curso. El funcionamiento de la maquinaria municipal debe agilizarse y no ser tan esclava de las normas, y el retraso en la solución de los problemas urgentes debería ser prioritario para un gobierno municipal que (no lo olvidemos) está en precario y en vísperas de unas nuevas elecciones locales y autonómicas, resultando la ineficacia todavía más incomprensible. Así no, señor alcalde, así no.

La Perla. «El tiempo que mato me está matando» (Mason Mooley, escritor norteamericano)

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