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Mariola Sabuco

Opinión

Mariola Sabuco

Enemigo público número 1

El Gobierno trabaja en un impuesto especial para gravar los coches diésel porque poco más o menos parece que son los responsables del cambio climático y la contaminación en el planeta. ¿Con un impuesto van a solucionar el problema ambiental? ¿No sería más sensato establecer un plan para favorecer la renovación de la flota nacional de vehículos diésel con subvenciones si se adquiere un coche ecológico? Como esto no se ha llegado a plantear en ningún momento, la decisión del Gobierno más parece una cuestión de recaudación rápida que de preocupación medioambiental seria. Una recaudación discriminatoria e injusta. La medida gubernamental considera que el enemigo número 1 del medioambiente es el coche diésel porque genera emisiones de óxido de nitrógeno y se olvida de que el vehículo de gasolina es el emisor de dióxido de carbono, causante del efecto invernadero y por ende del calentamiento global del planeta. ¿Por qué no se grava también los vehículos de gasolina? Lo deseable sería que, cuanto antes, todos quienes circulamos en un vehículo diésel o gasolina nos pasáramos al eléctrico o al de gas. Pero la tecnología aún no es definitiva, es muy cara y no hay suficientes puntos de carga como para que sea interesante para los consumidores. Los primeros efectos de la medida impositiva en la que se trabaja son previsibles: bajada en la venta de vehículos diésel, aumento del número de coches gasolina que tienen más caballos de motor y por tanto generarán más ingresos a los ayuntamientos a través del impuesto de vehículos. Como no parece que en este caso importe el aumento del efecto invernadero, no cabe más que concluir de todo el debate que una vez más las cuestiones ecológicas se utilizan como excusa para paliar la falta de ingresos en las arcas públicas. Y poco más.

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