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Juan R. Gil

Salirse por la tangente

Los que, a causa de nuestra profesión, nos dedicamos a hacer preguntas y a escribir en función de los que nos contestan sabemos que, la mayoría de las veces, cuando se trata de asuntos comprometidos, los interlocutores utilizan, incluso de forma inconsciente, la vieja táctica de salirse por la tangente, que no consiste en otra cosa que en contestar aquello por lo que no se ha inquirido para no tener así que responder a lo que verdaderamente importa.

Eso es lo que ha ocurrido en el caso del artículo publicado en este periódico por el doctor Bartolomé Pérez Gálvez sobre la situación de la Salud Mental en Alicante, después de que INFORMACIÓN desvelara que las seis pacientes en tratamiento por anorexia ingresadas en el Hospital de Sant Joan recibieron todas el día 31 un alta «administrativa» por la que se las mandaba a casaanorexia Hospital de Sant Joan.

El jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital General y Universitario de Alicante, el martes siguiente a la publicación del artículo del doctor Pérez Gálvez, y la facultativa del mismo área María Fernanda Valdivia Martín, ayer domingo, respondían por ese antiguo método de salirse por la tangente: asegurando que ellos trabajan muchas horas y en condiciones precarias. Lo primero no ha sido puesto jamás entredicho ni por INFORMACIÓN ni por el doctor Pérez Gálvez en su artículo, al contrario. Así que se responde con vehemencia a una imputación que jamás se ha hecho. Lo segundo, no viene sino a confirmar precisamente lo que se ha denunciado, aunque sin aportar dato alguno más que los que ya se conocen, así que puestos a escribir, algo tan poco común entre los profesionales médicos, es seguro que la sociedad hubiera preferido que entraran en el fondo del problema. Que dijeran algo cuando se publicó lo importante (el envío de las seis pacientes a casa) y no sólo cuando se han sentido aludidos en su esfera corporativa.

No lo han hecho. Se han limitado a defenderse, desde un punto de vista meramente personal, que es el que menos interesa cuando de asuntos públicos se trata, de algo por lo que no se les había atacado. Han utilizado para ello, además, argumentos sesgados, por no decir rotundamente falsos: ni INFORMACIÓN ha dicho en ningún momento que el trastoque de la planta donde estas pacientes estaban ingresadas fuera cosa nueva (al contrario, se ha especificado que viene haciéndose años) ni el doctor Pérez Gálvez habla ahora de este asunto habiendo callado antes. Nada más lejos de la realidad, un simple repaso por la hemeroteca les habría llevado a comprobar a quienes le contestan que precisamente él se ha destacado en sus colaboraciones en INFORMACIÓN por denunciar el maltrato que sufre la asistencia a la Salud Mental y en reivindicar medios para las distintas unidades de esta especialidad pero, sobre todo, para la correcta atención a sus pacientes. Y lo ha hecho a lo largo de los años, con independencia del color de quien gobernase. Si quienes en esta ocasión se han decidido a salir a la palestra hubieran alzado la voz antes, como sí hizo él, es posible que la situación ahora fuera distinta.

Especial atención merece el artículo de María Fernanda Valdivia, en el que detalla por extenso las muchas deficiencias de la Salud Mental, pero condena de manera displicente, cuando no ofensiva, a quienes las denuncian, sean medios de comunicación o médicos, a los que en un frentismo quizá producto de una traición del subconsciente, nos define como los Otros (así, con la inicial mayúscula) e incluso considera que debemos tener una pasta especial, «casi pétrea», para salir en público a hablar del tema. Ella reconoce que su activismo se limita a escritos guardados en los cajones y algún correo, que no especifica a quién mandó. Lástima que para una vez que se decide a hablar en público lo haga fundamentalmente para criticar a quienes sí han tenido la valentía de poner en evidencia, donde realmente hay que hacerlo, que es ante los ciudadanos que sostienen el sistema y tienen derecho a la atención por parte del mismo, esa situación que ella misma describe de forma tan negativa. Su principal queja parece ser, puesto que ocupa la parte noble del artículo, que es la última de las columnas, que los trapos sucios se laven fuera de casa.

Contestan, como digo, a lo que no se ha planteado. Para no responder a lo principal. Que no es ni más ni menos que dar explicación a un milagro: ¿cómo es posible que seis pacientes, en distintas fases de su enfermedad, con fechas de ingreso dispares y diferentes cuadros clínicos, alcanzaran a la vez, el mismo día, la mejoría necesaria para ser enviadas a casa? ¿Ha descubierto el Hospital de Sant Joan la fórmula mágica para aplicar a la anorexia los métodos de la natación sincronizada? ¿Y este hecho extraordinario coincide con las vacaciones de agosto porque es un mes, desde el punto de vista clínico, ideal para aplicar innovaciones? La mayor prueba de que, desgraciadamente, la Salud Mental es menospreciada por el sistema es que las pacientes no fueron enviadas a casa porque la unidad se cerrase físicamente, sino porque pasó a ser ocupada por pacientes de otra especialidad. Pero de eso no hablan ni el jefe de Servicio ni la señora Valdivia. El doctor Pérez Gálvez, sí. Y eso es lo que hay que agradecerle.

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