La Jefatura del Estado, la Casa Real, no suele acudir a los aniversarios de los atentados terroristas, si así lo hiciera pocos actos más cabrían en la agenda del monarca. Sumen ustedes todos los asesinados por la barbarie etarra y verán la imposibilidad de tal presencia. En Barcelona, el próximo día 17, se rendirá homenaje a los muertos de los atentados en las Ramblas y Cambrils, en este caso asesinados por los terroristas yihadistas. En esta ocasión, excepcionalmente Felipe VI ha decidido ir, según anunciara el nuevo presidente Sánchez tras su reunión en Marivent con el Rey. Quizás en la decisión del jefe del Ejecutivo, que estará arropando al monarca en las calles de la Ciudad Condal tras una posición incomprensiblemente silente en la defensa de la figura del Rey ante los ataques de Torra y los independentistas catalanes, haya pesado precisamente esto último. Para compensar su sospechoso silencio, que muchos veían para no agitar las turbias aguas de sus acuerdos con el títere de Puigdemont, Sánchez ha tomado la iniciativa y desafía los desprecios que desde todas las instituciones catalanas en manos de populistas y separatistas se han vertido sobre la figura de Felipe VI, anunciando su presencia y la del Jefe del Estado.

Si tras los atentados del pasado verano, con toda España y medio mundo conmocionado por las víctimas y los sucesos acaecidos en Cataluña, los separatistas, con la connivencia de la alcaldesa populista, ya tuvieron el cuajo de montar un espectáculo indigno, un trágico y vergonzante sainete para insultar y acorralar al Rey, acusándole de inductor de los atentados por sus vinculaciones con Oriente Medio, es más que probable que en esta ocasión los tristemente famosos CDR, en los que militan con el beneplácito paternal los hijos del presidente de la Generalidad, organicen algo similar ante la casi segura pasividad de quienes deben mantener el orden público. Esteladas, lazos amarillos y pancartas alusivas a la repulsa del Borbón, clandestinamente aparecerán desde los sumideros y cloacas de las calles barcelonesas para rodear por todos los puntos cardinales la comitiva de los representantes de España con el Rey a la cabeza.

Ya lo vienen avisando con sus manifestaciones propias de sátrapas y dictadorzuelos caribeños. Torra, el racista y xenófobo presidente de la Generalidad, ha declarado por activa y por pasiva que el Rey no es bien recibido en Cataluña, incluso en la rueda de prensa tras su visita a la Moncloa lo explicitó. Advierte, el títere del fugado Puigdemont, que no acudirá a ningún acto que convoque la Casa Real y que la Generalidad no le ha invitado a los actos del 17 organizados junto al consistorio barcelonés. La surrealista entrega de los Premios Príncesa de Gerona en un local privado ante la negativa del Ayuntamiento de ceder espacios públicos, fue un antecedente que debería poner en alerta máxima al Gobierno y Casa Real.

Todavía no se ha dado cuenta el presidente por accidente, Torra, que, aunque le pese, es el representante del Estado español en Cataluña, en su condición de máxima autoridad de una comunidad autónoma como bien especifica nuestra Constitución. Estaría conculcando sus deberes, quizás ya con sus declaraciones lo esté haciendo, negándose a recibir como es debido a quienes están, de nuevo mal que le pese, por encima de su cargo en la organización territorial de España. Mientras se acoja al autonomismo, como otros en épocas pasadas se acogían a sagrado para escapar de la justicia, para presidir la Generalidad no le queda otra, lo demás entraría en el incumplimiento de sus obligaciones, y en la falta de respeto y mala educación propias del sujeto en cuestión. Todo lo demás quedaría para la utopía de la República Catalana, con segundos de existencia tras su fallida proclamación de su predecesor huido.

La presencia del Jefe del Estado es en este caso una muestra más del respeto, cariño y empatía hacia los familiares de la víctimas del sanguinario atentado que sufrió Barcelona, y se debe llevar a cabo con la normalidad en la que el Rey de todos los españoles visita cualquier territorio de la piel de toro. En primera fila, el Rey volverá a mostrar su repulsa y la de toda la sociedad española ante cualquier atentado terrorista. La prueba del algodón el día 17 en las calles barcelonesas. De la agitación previa y el consentimiento, implicación y pasividad posteriores de las instituciones catalanas para con los que ya anuncian sus particulares escraches, dependerá el punto de inflexión de la huida hacia delante o no del separatismo catalán. El algodón no engaña.