Cuando esta próxima Nochevieja toda España grite con alegría desmedida «¡Feliz año nuevo!» tras haber ingerido las doce uvas de la suerte que marca la tradición en busca de un próspero año, pocos sabrán que la costumbre que se remonta al siglo XIX se habrá podido celebrar «de milagro» para despedir un 2018 muy complicado en la provincia, por lo menos en cuanto al sempiterno problema de la falta de agua para regar nuestros campos. Y es que ayer comenzó a llegar al embalse de La Cuesta en Villena el riego de socorro proveniente del Júcar y que viene a aliviar la desesperada situación para las 18.000 hectáreas de cultivos en la cuenca del Vinalopó en la que se preveían unas pérdidas superiores a 30 millones de euros, principalmente de uva de mesa embolsada, en un periodo clave para su cosecha. Y, además, han tenido que esperar los sedientos agricultores a ver llegar el agua para poder creérselo. Hace menos de un mes Hacienda vetó el acuerdo alcanzado una semana antes entre el nuevo Ministerio de Transición Ecológica y la Junta Central de Usuarios del Trasvase Júcar-Vinalopó para el envío de los 6,3 hm3 necesarios para salvar las cosechas y se quedaron con la boca abierta. Esta vez sí, el agua ya está aquí, aunque no deja de ser un parche, pero de oro para los agricultores, por el que hay que pagar 2,5 millones de euros, que a nadie se le olvide. El siempre reivindicativo diputado autonómico del PSPV-PSOE David Cerdán ha salido raudo a reclamar los méritos de la reapertura del trasvase tras dos meses de bloqueo, en los que -sin duda- ha sido crucial la gestión del presidente de la Generalitat Ximo Puig, y a reivindicar la firma de un convenio, similar al que contempla el Tajo-Segura, que dé estabilidad a los regantes del Vinalopó a la hora de planificar sus cosechas «en un horizonte mínimo de cinco años». Pues ánimo y a aprovechar el tiempo en que las mismas siglas gobiernan aquí y allá, que no se sabe lo que puede durar.
