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José María Asencio

Sanidad pública y recursos

La sanidad pública tiene problemas que no se afrontan desde las instancias políticas, demasiado ocupadas y preocupadas por las grandes consignas, por aquello que identifica a cada partido según las ideologías al uso, muchas veces sin valorar los recursos de que se disponen y poniendo en riesgo los derechos colectivos. Porque, lo realmente difícil es afrontar las cosas y dar solución a lo común y general, aunque, dado que es poco vistoso y que no genera beneficios electorales inmediatos, tales pequeñeces se dejan a los médicos, que deben afrontar cada día los problemas que les suscitan las decisiones de los que dirigen esta parcela de la vida, obligados a hacer milagros con los recursos de los que disponen.

Ahora se ha cerrado temporalmente la unidad de trastornos alimentarios del hospital de San Juan. Un agosto más en el que todas las pacientes, de golpe, reciben un alta administrativa, extraña figura que no se corresponde con la médica, que por ser eso, extraña, no puede ser explicada con las justificaciones de la conselleria, que las ampara en razones sanitarias.

Ante un hecho muy grave que puede tener consecuencias para la salud de las enfermas, algunas menores, la consellera de Sanidad, trasladando la responsabilidad a los médicos y enfermeras, ha asegurado que el alta extraña solo tiene su origen en una decisión facultativa y que ella confía plenamente en los profesionales que la han adoptado. Una explicación que causa sorpresa y que se viene abajo con solo observar los hechos, cosa que no han hecho en València pensando que cualquier excusa sirve para colmar las críticas y, lo peor, para excusarse en caso de que, Dios no lo quiera, alguna paciente sufra los efectos de la mala administración de la sanidad pública, la de todos los días y de todos, esa que no se protege aunque se les llene la boca de ensalzar lo público a quienes dicen ser sus únicos protectores.

Para la consellera el alta es debida a la salud recobrada de las pacientes, de todas ellas, no a la falta de recursos, materiales y humanos y a la escasa atención prestada a los pacientes y profesionales de la salud. Montón dejó expresa su incapacidad en la materia, razón por la que ha sido premiada con un ministerio. Y en su gobierno se puso de moda cerrar unidades en verano. Que pasara una vez, puede admitirse como suceso inesperado. Pero que se haya convertido en la forma de actuar normal en esta provincia, merece un reproche severo.

Porque es difícil entender que el mismo día, 1 de agosto, todas las pacientes internadas se hayan curado de golpe. Más difícil es creerse que solo han sido las alicantinas, mientras que las pacientes de Castellón y Valencia siguen su tratamiento con el régimen médico apropiado. Y es que, aceptar que la orden de trasladar a las enfermas a su casa se basa en una decisión exclusivamente médica exige como presupuesto la curación y la no necesidad, pues, de mantenimiento del ingreso hospitalario.

Evidentemente, la curación colectiva y en la misma fecha no puede responder a razones médicas como dice la consellera o para mí, profano en la materia, es complicado admitirlo, salvo que creamos en los milagros, cosa mucho más propia de un alta en masa, mucho más que la salud recuperada en forma colectiva y temporalmente coincidente con las vacaciones estivales. O se ha tratado de un milagro, limitado solo a Alicante, o no existen justificaciones sanitarias para avalar la curación colectiva y a la par de las enfermas, en cuyo caso habrá que exigir responsabilidades a quienes gestionan nuestros recursos.

Si no hay médicos suficientes, habrá que interrogar a la Generalitat acerca de su oposición a la creación de la Facultad de Medicina en la UA. Si no hay medios habrá que actuar para paliar las deficiencias, reducir las listas de espera, crear unidades y no cerrarlas. En esta situación de ausencia de recursos, suprimir los convenios con instituciones privadas es anteponer la ideología a la necesidad. Si se quiere hacer habrá que hacerlo cuando existan condiciones para satisfacer los derechos de los afectados, no antes. Los grandes objetivos se consiguen haciéndolos eficaces, no imponiéndolos a costa de sacrificios o no proporcionando lo debido. Lo que interesa a los ciudadanos es recibir un buen servicio, no quién se lo presta y difícil es explicarles que deben subordinar su salud a una forma de entender la sanidad cuando quienes la imponen no son capaces de dotarla de los recursos suficientes. La mejor forma de defender la sanidad pública es que sea la mejor y la más eficiente.

Cerrar esta unidad en Alicante y enviar a las enfermas a su casa expresa una falta de planificación y cierta despreocupación. Esperemos que no suceda nada, pues en caso contrario, alguien deberá responder con todo el rigor que la ley impone. Máxime si quienes son los que deben adoptar las medidas no quieren ser conscientes de su papel y función y se dedican a las grandes palabras sin crear las condiciones para que se hagan realidad.

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