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Joaquín Rábago

Alemania vuelve a plantearse el servicio militar obligatorio

Siete años más tarde de que su entonces ministro de Defensa lo aboliera, Alemania vuelve a plantearse la conveniencia de reintroducir el servicio militar obligatorio.

Lo eliminó entonces el cristianosocial bávaro Karl Theodor zu Guttenberg tras las acusaciones de que había plagiado su tesis doctoral, y lo hizo pese a la popularidad de que gozaba. ¡Aprendan por cierto nuestros políticos!

Ahora es una dirigente de la CDU, su nueva secretaria general, Annegret Kramp-Karrenbauer, considerada por algunos candidata a suceder a la canciller Angela Merkel, quien ha resucitado el tema en ese país.

La cristianodemócrata lo justifica por el supuesto deseo de un sector importante de las bases del partido mayoritario de la actual Gran Coalición.

Con esa iniciativa, destinada a contentar a los más conservadores, Kramp-Karrenbauer trata además de robarle un tema a la ultraderechista Alternativa por Alemania, que es el único partido que lo reclama abiertamente.

Todo ello tiene que ver por un lado con las dificultades que encuentra Alemania, como les ocurre a otros países, para reclutar a jóvenes para su Ejército profesional, y por otro con la sensación de que las Fuerzas Armadas están cada vez más alejadas del conjunto de la sociedad.

Muchos tratan de justificarlo al mismo tiempo por la actual situación mundial, con unos Estados Unidos en los que, con Donald Trump en la Casa Blanca, ya no se puede confiar, y una Rusia, la de Vladimir Putin, de la que por otros motivos también se desconfía.

Es cierto que por el tipo de armamento que utilizan, los ejércitos actuales exigen una mayor profesionalización de los militares que los de otros tiempos y que sería muy difícil formar a los nuevos soldados en tan poco tiempo.

Pero al mismo tiempo hay quien plantea que ese nuevo servicio no tendría por qué ser exclusivamente de tipo militar, sino que los nuevos objetores de conciencia podrían servir en otros destinos.

Hay tareas como pueden ser las de ayuda a las víctimas y reconstrucción tras catástrofes naturales o de otro tipo, la asistencia a inmigrantes y refugiados y cualquier otro servicio al conjunto de la sociedad.

Como señala el diputado socialdemócrata Fritz Felgentreu, portavoz para asuntos de defensa de su grupo parlamentario, con la abolición del servicio militar obligatorio se perdió algo que contribuía en buena medida a la cohesión social.

Habría que preguntarse también si un regreso a la conscripción obligatoria haría más impopulares las guerras, como ocurrió en Estados Unidos con la del Vietnam.

Es mucho más fácil aceptar una guerra cuando quienes mueren son soldados profesionales y que en muchos casos ni siquiera nacieron en el país que han de defender y a los que se paga por ello.

No así cuando quienes vuelven metidos en sacos son también hijos de ciudadanos de todos los estratos sociales, incluidos los de los propios políticos que tomaron aquella decisión.

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