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Joaquín Rábago

Turquía, un aliado cada vez más difícil para EEUU

La Turquía de Erdogan se está convirtiendo en un aliado cada vez más difícil no sólo para la OTAN, sino sobre todo para los propios Estados Unidos.

Tal vez sea exagerado lo que escribía recientemente un analista alemán en el sentido de que Ankara pretende sacar de Oriente Próximo a la por el momento única superpotencia.

Es ésa una región que hasta la Primera Guerra Mundial perteneció al imperio otomano y que en medio del actual caos es hoy objeto de la codicia de muchos.

Ankara trata por todos los medios de impedir que los kurdos creen un Estado propio aprovechando el vacío en las zonas donde ese pueblo se ha hecho fuerte a raíz de las guerras de Irak y de Siria.

Pero los kurdos son a su vez el mejor aliado que tiene EEUU frente al presidente sirio, Bashar al-Ásad, y mientras Washington desea una fuerte presencia kurda en Siria, Turquía trata de eliminarla militarmente.

En opinión del turco Cemil Erten, asesor del presidente Erdogan, Estados Unidos intenta poner a prueba hasta qué punto puede continuar con su papel de superpotencia en la región.

En la edición en internet del diario pro-gubernamental en lengua inglesa Sabah, citada por el diario Die Welt, Erten se mostró desafiante y emplazó a su país a demostrar a Washington que el mundo ha cambiado y ya no es bipolar como pretende EEUU.

Ocurre que desde el golpe de Estado contra su Gobierno, que Erdogan atribuye a una gran conspiración urdida por el teólogo del Islam Fethullah Gülen, exiliado en EEUU, el presidente turco ha endurecido su régimen y perseguido con saña a todos los que considera que le han traicionado.

Turquía se ha convertido en una enorme prisión de disidentes - militares, funcionarios, jueces, periodistas y otros profesionales-, lo que no impide que, dada su importancia estratégica para Occidente, el país siga siendo miembro de la OTAN.

Entre los encarcelados por el régimen de Erdogan está un pastor protestante norteamericano, al que aquél acusa de espionaje y que, según sospechan en EEUU, Ankara quiere utilizar como moneda de cambio para conseguir la extradición por Washington de Gülen.

El presidente Donald Trump, que exige la inmediata liberación del pastor, actualmente bajo arresto domiciliario, ordenó la adopción de sanciones económicas contra dos ministros de Erdogan, el de Justicia y el del Interior, a quienes la Casa Blanca acusa de estar implicados en su detención.

Las sanciones provocaron una fuerte depreciación de la lira turca, que había ya perdido desde comienzos de año buena parte de su valor y cayó a niveles desconocidos desde que sustituyó en 2005 a su predecesora, devorada por la inflación, algo que vuelve a suceder ahora.

Pero el Gobierno de Erdogan tiene a su vez una fuerte baza, y es Rusia. Pese a su condición de miembro de la OTAN, Turquía quiere no sólo comprar misiles antiaéreos rusos del tipo S-400 sino que pretende además que Rusia construye una central nuclear en su territorio.

Ankara se ha comprometido a liberar de extremistas islámicos la provincia sirio-kurda de Idlib para no dar pretexto a una ofensiva del régimen de al-Ásad, y como posible contrapartida, escribe el diario alemán Die Welt, Rusia no parece dispuesta apoyar un eventual ataque sirio en esa zona.

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